lunes, 16 de abril de 2012

MI ORACION

Hay muchas cosas en la vida de un cristiano que pueden apagar el fervor espiritual. Aquellas primeras cosas que marcaron nuestro caminar y que encendían esa pasión por la presencia del Señor, se volvieron pesadas y sin motivación. Algo paso para que eso sucediera. Hubo una iglesia en la provincia del Asia que describe muy bien ese estado de enfriamiento que experimentamos muchas veces. Esta iglesia dice la Biblia que tenia muchos motivos de elogio; su trabajo era ejemplar, de profundas convicciones y enfrentaba con valentía, a los mentirosos. Pero solo una cosa le reprocha Jesús a esta congregación; "había dejado el primer amor" (Apoc 2: 4.) Somos muy eficientes en ciertos ministerios, realizamos una serie de actividades muy buenas; pero hay impedimentos que han estorbado el crecimiento. Ya no eres el mismo de ayer, ya tu vida de oración no es una prioridad, lees tu biblia solo cuando te asignan un estudio en la iglesia. Muchos hemos pasado o están pasando por esas situaciones. Es allí cuando se impone la necesidad de un cambio de actitud de mente y corazón e ir al Señor y decirle, que queremos sonreír, que queremos sentir aquel primer amor, que queremos llenar nuestra vida de pasión por el. 
Entreguemosle nuestra mente y corazón sin condición para servirle, y asi nuestra vida alcanzara ese estado original que habíamos perdido. Que Dios te bendiga.
Tu hermano en Cristo, MISAEL REYES

¿SU ULTIMO MANDATO NUESTRA PRIORIDAD?



Más que un factor legislativo, el discípulo de Jesucristo necesita ver la gran comisión como el anhelo para su ministerio. En mundo motivado por valores transitorios, le resultara alarmante ver hombres totalmente entregados a una causa, cual único interés es el bienestar de quienes le rodean. El evangelio se halla comisionado, para quienes desplazan sus intereses personales y se dedican a ministrar la verdad de Cristo. Jesús dijo a sus seguidores: Venid en pos de mi, y os hare pescadores de hombres.[1]
 La misión del evangelio descansa en hombres fieles, dispuesto a enseñar a otros fieles para que estos a su vez, prosigan la dirección trazada por Jesucristo. El mandato de Jesús a sus discípulos, centraliza la necesidad de proclamar la salvación de Dios. Ir en nombre del Maestro, presupone la pasión de su mandato para la proclamación; por demás, en lugar de redefinir en cuál lista de prioridades se halla la predicación, debemos testificar con urgencia.
 Las Escrituras presentan a Jesús, dedicado a sus seguidores para ministrar a sus vidas los valores del reino revelándoles a su vez, el carácter de un bienaventurado.[2] Un vistazo al libro de mateo en la gran comisión, da a conocer que el maestro más que un simple envió, está llamando hombres a establecer compromisos duraderos. Los predicados de salvación, deben estar consientes de las implicaciones y el precio establecido. Un solo seguidor de Jesús, que haya considerado el orden del evangelio como aspecto secundario, tendrá como resultado un no apto para la misión. [3]
La misión encomendada por Jesucristo reta al predicador, más que a predicar, a discipular el nuevo creyente hasta su madurez. Muchos pensamos en sembrar en comunidades enteras, para después dejar el resto dedicado a la cosecha, creyendo que por ello el galardón será mayor. En cambio, todo parece indicar que, el desafío es invitar al nuevo nacimiento en Jesucristo, para más tarde dedicarle la atención en su crecimiento.
 Una mente como la nuestra predispuesta a la cuenta y los números, por regla general halla anormal un solo convertido a Jesucristo, para más tarde invertir el tiempo en su formación. Sin embargo, el ministerio de Jesús y sus discípulos, hacia el endemoniado gadareno, nos manifiesta la necesidad de evangelizar tanto de forma personal como en masas.
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