sábado, 28 de abril de 2012

LA LIBERTAD DE LOS TEMORES


POR: PR. JULIO RUIZ
BASE BIBLICA:  (Salmo 34)
  
Hoy quiero dejar con todos ustedes esta publicacion de JULIO RUIZ pastor en Vancouver, Canada  desde hace casi 6 años. Te invito a que  tomes unos minutos de tu tiempo para que lo leas y medites en la belleza y profundidad de su contenido totalmente biblico. Sera de mucha edificacion a tu vida.

INTRODUCCIÓN: El hombre posee una reacción natural a ciertas circunstancias que le produce un estado de temor, mejor conocido como “fobias”. Así tenemos que hay una lista larga de ellas, destacándose unas más que otras, por ser las comunes entre el género humano.
En esta lista hay personas que sufren de “aracnofobia”, temor a las arañas. Otros tienen “aerofobia”, temor a volar. Están los que sufren de “claustrofobia”, temor a los espacios cerrados. Otros sufren de “plurofobia”, temor por la multitud; los tales prefieren estar solos. Hay los que sufren de “dentofobia”, temor a los dentistas. Otros sufren de “glosofobia”, temor a hablar en público. Algunos casados sufren de “penterafobia”, temor por las suegras. Otros sufren de “eclesiofobia”, temor por ir a la iglesia, especialmente cuando a esa hora están pasando algunos de sus deportes favoritos. Hay otros que sufren de “anuptafobia”, temor a quedarse soltero. Mientras que otros sufren de “gamofobia”, temor por el matrimonio. El asunto es que el temor a enfrentarnos a algo que pueda producir una reacción negativa subyace en nuestro subconsciente. El temor tiene su lado negativo en el sentido que nos puede paralizarnos para seguir adelante. Pero tiene su lado positivo donde uno puede depender más del Señor cuando enfrente uno de esos terribles momentos. Uno de los grandes textos sobre este asunto lo expresó el salmista: “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, Para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado” (Salmo 27:1, 3). ¿Cuál debiera ser nuestra actitud hacia esos temores que nos invaden con cierta frecuencia?

I. LOS TEMORES DOMINAN HASTA DONDE LE DAMOS OPORTUNIDAD

1. El temor es real o imaginario. El presente salmo fue el resultado de una experiencia personal. David lo escribió después de huir delante de Saúl. Tuvo que refugiarse en la cueva el Adulan, desde donde se inspiró para escribir tan consoladoras palabras. Sintió el temor del desamparo, de la soledad, de la muerte. Experimentó una persecución injusta porque el rey Saúl sabía que David sería el próximo gobernante de Israel. Note las veces que habla de haber sido liberado de los temores y de las angustias (vv. 4, 6, 17, 19). David sabía cuan real era sus temores, aunque dejaba bien claro dónde estaba su confianza mientras pasaba por ellos. El temor conlleva a ciertas situaciones que no puedes controlar y se escapan de tu mano. ¿Por qué esto? Porque el temor, como alguien lo definió: “Es una emoción dolorosa, excitada por la proximidad de un peligro, real o imaginario, y acompañada por un vivo deseo de evitarlo y de escapar de la amenaza. Es un instinto común a todos los hombres, del que nadie está completamente libre”. Uno de los hombres que experimentó un terrible temor fue Jonás al momento cuando tuvo que pagar por su desobediencia. En su extraordinaria oración, dijo: “Las aguas me rodearon hasta el alma; rodeóme el abismo...” (Jonás 2:5). La conducta y actitudes de mucha gente están acondicionadas por cierto tipo de temores. En muchas de nuestras motivaciones subyace algún tipo de temor que frena nuestros actos. Esto lo han aprovechado muy bien los que ejercen dominio sobre otros. Pero también tenemos que saber que algunos de los temores son imaginarios, a lo mejor formados en la infancia y en la manera cómo nos criaron. Hay personas que les aterra la oscuridad porque les hablaban de muertos y fantasmas que salen durante ese tiempo. Y la lista sigue siendo larga.

2. Usted puede imponerse sobre sus temores. Hay muchas personas que afirman no enfrentar ningún temor, dando a entender con esto que son muy independientes y autosuficientes para valerse por sí mismos. Algunos se consideran tan fuertes que pueden manejar esas “debilidades” humanas sin problemas. Pero la verdad es otra. Si usted es uno de los que piensa así, prepárese porque en cualquier momento puede aflorar esta reacción humana. A lo mejor estará viviendo con miedos profundos, pero no los ha procesado. Por lo tanto, lo mejor es identificar los temores. Un temor común es aquel que tiene que ver con el quedar desamparado en el ámbito familiar, del trabajo o de su status migratorio, para el caso de los que viven en este país. El temor a la soledad es uno de los más terribles. ¿Quién sabe de las lágrimas que vierten en esas largas noches? Qué decir del temor al fracaso, al ser rechazado, al futuro, a la vejez y sobre todo, el temor a la muerte. Tales temores pudieran acorralarnos, pero usted puede imponerse sobre ellos. El salmista pasó por esto cuando dijo: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?”. Sin embargo, si algo debemos reconocer respecto al tema de los temores es saber lo que ahora somos y tenemos en Cristo. Uno de los textos que es desconocido por los creyentes es aquel donde Pablo le recuerda a Timoteo una de las más extraordinarias promesas que aparezca en la palabra, cuando le dijo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía; si no de poder, amor y de dominio propio” (2 Tim. 1:7). De esta manera podemos ver que el temor es un asunto totalmente ajeno a los dones celestiales. Cuando alguien se impone a sus temores descubre el camino a la grandeza.

II. ENFRENTE SUS TEMORES BAJO LA GUÍA DIVINA

1. Busque primero al Señor v. 4. ¿Cuál es su primera reacción cuando es invadido por los temores? ¿A quien acude? Lo primero que hizo David en su soledad y en la proximidad a la muerte fue refugiarse en el Señor. Él vio cómo su oración fue respondida. No sabemos cuántos temores tuvo, pero él dijo: “Y me libró de todos mis temores”. A este respecto, su hijo Salomón más adelante recomendaría: “Mas el que me oyere, habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal” (Pr. 1:33). Nada sigue siendo más poderoso que buscar al Señor con todo nuestro corazón y dejarle a él todas las cargas, muchas de ellas surgidas por los temores que enfrentamos. En su misma búsqueda David dijo: “Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias” v. 6. Pero por si faltara algo, añadió: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” v. 19. La oración tiene el más grande poder libertador. ¿Qué tanto la practico? ¿Hasta dónde estoy descansando en mi Señor?
2. Sepa cuán bien acompañado está v. 7. ¿Quién es el “ángel de Jehová?” Los mejores comentaristas coinciden en señalar a este ángel como el Cristo pre-encarnado. David pasó noches en oscuras cuevas mientras huía de su adversario, pero en los momentos más difíciles sintió la cercanía de una compañía maravillosa. Ninguna presencia es más confiada y poderosa que aquella donde está presente el ángel del Señor. Un creyente no debiera pasar sólo sus momentos temores. Su fe, cual firme ancla del alma, debe crecer y dar por un hecho que mientras enfrenta sus temores, alguien está combatiéndolos de tal manera que pueda quedar libre de ese gigante que se levanta haciendo que retroceda en la conquista de la vida espiritual. El salmista decía que la misión del “ángel de Jehová” era acampar alrededor y defendernos. ¡Qué hermosa figura! Él está alrededor de nuestro “campamento” con su espada desenvainada. Nadie nos podrá hacer frente “aunque un ejército acampe contra mí”.
3. Sométase al temor de Dios para que los demás temores huyan v. 9. El único temor que debiera haber en un creyente es el temor a Dios. Por supuesto que no es una fobia contra, como tienen algunas religiones. Es un temor reverencial. Es aquel deseo del corazón de no querer hacer nada que ofenda su nombre o que entristezca al Espíritu. Sobre esto la Biblia nos dice: “Conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación”. Mire la promesa que nos deja el salmista: “Pues nada falta a los que le temen”. Inmediatamente a esto pone el ejemplo del leoncillo, aquellos que seguramente oía mientras estaba en la cueva cuando buscaban con ansiedad la comida. Sin embargo, para los que esperan al Señor, ellos “no tendrán falta de ningún bien” v. 10. Cuando nos sometemos al temor de Dios los demás temores tienen que huir.
 4. Una vida santificada enfrenta mejor los temores v. 14. El salmista ha hecho una de las preguntas más importantes para todo hombre en el v. 13. La respuesta que da a la misma es que quienes desean vivir largamente, viendo días rodeados del bien, entonces deben saber cómo usar la lengua y cuán lejos ponerse del mal. No pretenda quien ande viviendo una vida desordenada tener siempre éxito sobre aquello a lo que más teme. Es más, la falta de santidad en la vida acarrea más temores, pues cuando se hace lo malo se teme lo peor. Un hombre que se consagra a Dios tiene mejores recursos para enfrentar sus propias calamidades. Una de las garantías que tiene el creyente que se consagra a su Señor es que los ojos de Jehová le miran, y pone “atentos sus oídos al clamor de ellos” v. 15. El asunto es que Dios le sigue la pista a un cristiano que decide ser diferente. Cuando esto es una realidad, los temores no tienen por qué esclavizarnos.

III. ELIMINE SUS TEMORES PONIENDO UNA ALABANZA EN SU BOCA

1. Tenga una resolución de alabar al Señor en todo tiempo v. 1.
El salmista aprendió que una de las mejores formas para eliminar la esclavitud de sus temores era reconocer a su Dios en una alabanza continua. Cuando nuestros labios se llenan expresiones de reconocimiento, traducidos en diferentes formas de reconocer a nuestro Dios, estamos ejerciendo un poder extraordinario. ¿Qué es lo que pasa si uno no bendice y alaba al Señor? Lo más seguro es que las preocupaciones y afanes ocuparán ese lugar. Note que al decir “en todo tiempo” está dando por un hecho que lo hará en el tiempo de prosperidad o adversidad, en salud o en enfermedad, en la alegría o en los infortunios, en las pruebas o en la tranquilidad, en la iglesia o fuera de ella... Debe alabarse al Señor “en todo tiempo”.
2. Permita a su alma concentrarse solo en él v. 2. La alabanza de nuestra boca no debe ser para nosotros sino para el Señor. “En Jehová se gloriará mi alma” pone de manifiesto que la adoración debe centrarse exclusivamente en Dios. No debemos robarle la gloria a Él. Parte de nuestros temores esclavizantes se deben al hecho de que siempre pensamos más en nosotros mismos y no dejamos que nuestra alma quede libre para expresarle toda la gloria de la que él es digno por el derecho que tiene sobre nosotros. Si su alma se concentra en glorificarlo no tendrá tiempo para pensar en lo que más puede atemorizarle.
3. Levante su nombre en lugar de sus temores v. 3. El salmista invita a otros para que se unan en su deseo de exaltar a Dios. La alabanza levanta el espíritu quebrantado, engrandece al Dios que adoramos y sobre todo, edifica el alma acongojada. Cuando Israel se enfrentó en guerra no fue raro ver a un coro finamente ordenado cantando las mejores alabanzas a su Dios; cuando esto hicieron derrotaron al enemigo. Y es que cuando nuestra boca se llena de exaltación a Dios tiene que haber retirada de todo aquello que nos atemoriza. ¿Cuáles son sus temores? ¿Le dominan de tal manera que no sabe cómo liberarse de ellos? El salmista nos conminó a: “Gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en él” v. 8
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CONCLUSIÓN: 

Si alguien conocía el poder de la liberación de los temores era David. Siento pastor de ovejas venció el temor que infundía un león al enfrentarse a ellos y matarlos para defenderles. Pero sin duda que su gran hazaña para enfrentar a un gigante que aterraba a todo su pueblo, fue cuando enfrentó y mató a Goliat. En aquel entonces dijo: “Jehová, que me ha librado de las garras del león y del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo” ( 1 S. 17:37). ¿De qué tamaño es el gigante de sus temores? ¡Libérese de ellos confiando en el Señor!