martes, 8 de mayo de 2012

QUE VIVA EL MATRIMONIO

ESCRITO POR EL PASTOR: JULIO RUIZ
TEMA: ¡QUE VIVA EL MATRIMONIO!
(Hebreos 13:4)

INTRODUCCIÓN: Bueno, lo primero que tenemos que definir es que el matrimonio al que hacemos alusión es el creado por Dios. Esto lo afirmamos por la nueva modalidad de concebir lo que Dios unió desde el principio. Ahora el “matrimonio” pudiera darse entre Antonio y Felipe y entre María y Anastasia. Así que cuando decimos que “¡que viva el matrimonio!”, nos referimos al real, al que fue hecho en las bodas del Edén. Aquel que contó con el agrado y la aprobación de Dios, así como el aplauso y el gozo de los ángeles. Pero en honor a la verdad, este no es el grito de júbilo que se escucha en algunas esferas de la sociedad. Al parecer la nueva consigna que se proclama es: ¡Que muera el matrimonio y que viva el “amor libre”! ¿Por qué decimos esto? Porque el desenfreno de las relaciones sexuales antes o fuera del matrimonio le han declarado su muerte. Hoy día lo natural es vivir sin casarse; lo extraño es que alguien llegue al matrimonio, y si llegan es porque han sido forzados. Lo que estamos viviendo hoy tocante al matrimonio es lo que dijo el profeta: “!Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Is. 5:20). El matrimonio está siendo seriamente golpeado por los que deliberadamente se entregan a una vida sin principios ni valores; los que no tienen ningún temor a Dios ni a su palabra. Para muchos, el matrimonio es simplemente un concepto, un papel, un deber religioso, pero no un asunto necesario, ni mucho menos importante. Y si esta manera de pensar es tolerable en Hollywood, la televisión, el cine, el internet… debe ser condenable, y hasta reprochable, que esté siendo común dentro de la iglesia del Señor. Si bien es cierto que no podemos esperar que el mundo respete el matrimonio, la iglesia sí debe hacer una defensa a esta sagrada institución dejada por Dios. El texto de hoy tiene esta misión. Consideremos su mensaje. 

I. EL MATRIMONIO COMO INSTITUCIÓN DEJADA POR DIOS DEBE SER HONRADO. “Honroso sea en todos…”.

1. Debe ser honrado porque es un diseño divino (Gn. 2:18:25). En la creación que Dios hizo “en el principio”, el hombre fue su último acto; de allí que se le llame “la corona de la creación”. Pero en ese diseño, que contaba con la “imagen y semejanza de Dios”, faltaba algo. Note que aunque el hombre se constituía en la “obra maestra” de Dios, vivía sin una compañía similar a él. De manera que fue así como el creador lo contempló: “Y vio Dios que el hombre estaba solo…”. Esa visión divina puso en marcha la creación del primer matrimonio. Como acto seguido el hombre fue llevado al “quirófano” donde se le haría una operación de “costilla abierta”, mientras el permanecía en un sueño profundo, esperando la voluntad de Dios. Y el resultado no podía ser mejor, pues de la costilla extraída salió una hermosa mujer. Sin embargo, el asunto no se quedó allí, pues el texto también dice que Dios la trajo al hombre. Aquello constituyó la ceremonia matrimonial propiamente dicha. Imagínese a Dios oficiando aquella primera boda. Vea a Adán y Eva desnudos, sin avergonzarse, recibiendo la bendición celestial. Imagínese todo el huerto del Edén en esta jubilosa celebración. Por esta poderosa razón el matrimonio debería ser honrado. 

2. Debe ser honrado porque es la unión de dos amores (Pr. 18:22). Los matrimonios que terminan en divorcios no fueron unidos por amor, porque el amor “nunca deja de ser”. Esta es una verdad que debe ser expuesta. En un auténtico matrimonio solo la muerte podrá hacer separación entre los dos cónyuges. Hay un texto que pareciera ser desconocido a la hora de considerar la voluntad de Dios para casarse; se trata de Proverbios 18:22, que dice: “El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová”. Esto quiere decir que el matrimonio real es el encuentro y la fusión de dos amores. Es saber que el uno nació para el otro, de manera que sean un complemento. Note los dos resultados del encuentro de esos dos amores. Lo primero que es que quien halla una buena esposa “halle el bien”. ¡Qué extraordinaria declaración! No sé si las esposas dirán lo mismo de los hombres, pero los que así vivimos sabemos cuán cierto es este texto. Por esta razón el matrimonio debe ser honrado. El matrimonio, contrario a sus enemigos, es una cosa buena, deseable. Así que entre tantas cosas buenas que tiene la vida, nada será mejor que encontrarse con una buena esposa. El hombre estará completo cuando esto halla. Pero además se nos dice que quien esto halla, “alcanza la benevolencia de Jehová”. Otra versión traduce el presente texto así: “Encontrar una buena esposa es encontrar el bien, pues eso muestra que el SEÑOR está contento contigo”. No haga una mala elección. No se adelante. Busque hasta que el Señor se agrade de su elección. Honre al Señor con un buen matrimonio. 

3. Debe ser honrado porque es el hogar de los hijos (Sal. 127:3). Este texto debe ser leído con mucho cuidado. Mire lo que dice: “Herencia de Jehová son los hijos, cosa de estima el fruto del vientre”. Los hijos son muy especiales para Dios. Los considera como su herencia y de gran estima. Esto pone de manifiesto que los hijos encuentran a través de matrimonio el pleno cumplimiento de estas bendecidas palabras. De este modo vemos que el matrimonio debe ser honrado por causa de los hijos que allí nacen. Cuando una madre decide abortar el “fruto de su vientre”, ¿puede imaginarse el desagrado que esta acción provoca delante de Dios? De igual manera, ¿puede imaginarse la tristeza que embarga el corazón de Dios cuando una pareja decide divorciarse, sabiendo el impacto que esto trae finalmente en la vida del hijo? Una encuesta de Gallup ha revelado que en los EE.UU, cada 24 horas 3.000 niños ven que sus padres se divorcian. Como resultado de esto, 1.629 niños entran en las cárceles, 3.228 niños huyen de sus casas, 1,512 niños abandonan las escuelas y 7.742 adolescentes se vuelven sexualmente más activos. Eso hace también que los adolescentes, en promedio, tengan relaciones sexuales antes de los 15 años. El asunto es que cuando no se honran los votos matrimoniales los primeros afectados son los hijos. Pero nada hará hijos emocionalmente estables que el tener a sus padres unidos por siempre. Y aunque la realidad del divorcio es cierta, lo ideal es la permanencia. 

II. EL MATRIMONIO COMO INSTITUCIÓN DEJADA POR DIOS DEBE SER HONROSO EN TODOS. “Honroso sea en todos…”

1. Debe ser honrado por los casados (1 Pe. 3:1-7). La Biblia nos enseña la importancia del respeto mutuo en el matrimonio. Pedro, quien era un hombre casado, destacó la importancia de la honra que debe darse entre los dos cónyuges. Le dedicó seis versículos para hablar del respeto que la esposa debiera tener por su esposo y un solo versículo al respeto que el hombre debiera tener por su esposa, sin que esto importe menos. Según el consejo de Pedro, la esposa honra a su marido cuando ella se sujeta a su amado. La importancia de esto es que con ello, la esposa está evangelizando a los que no creen. Su conducta hace la diferencia. También la esposa honra a su marido en la forma cómo se viste. Aunque Pedro habla de no ponerse “peinados ostentosos”, y vestidos lujosos con joyas, se da por sentado que en la forma de vestirse la esposa también honra a su marido. No tan extravagante que llame mucho la atención, pero tampoco tan desaliñada que no le agrade ni a su marido. Pedro ilustra la honra de la esposa hacia su marido en la forma cómo Sara llamaba a Abraham, lo cual destaca un profundo respeto. ¿Y cómo debe el esposo tratar a su esposa? Pedro da tres recomendaciones. Primero, el marido debe vivir con ella “sabiamente”. En esta parte los esposos fallamos mucho. Segundo, tratarla como un “vaso más frágil”. Eso significa que el esposo debe saber que ella es más delicada que él mismo. ¡Cuidado con golpearlas! Si se golpean, se quiebran. A ellas, “ni con el pétalo de una rosa” como dice el refrán. Y tercero, tratarlas como a “coherederas de la gracia”. Esto tiene que ver con el cuidado que debo tener con la relación matrimonial. De esta manera, ambos esposos honraran el matrimonio. 

2. Debe ser honrado por los solteros (Apc. 21:4). La figura de la Nueva Jerusalén, así como la iglesia ataviada como novia para su marido, es una de las más hermosas visiones que nos muestra la Biblia sobre la importancia de honrar el matrimonio. Ya sabemos que hoy día la virginidad en una mujer y en un hombre no tiene la importancia que tenía para las doncellas de Israel, y para aquellos hogares donde se han amado los principios bíblicos y los valores morales. El bombardeo incesante de nuestra sociedad que pisotea la santidad del matrimonio, enviándole a nuestros jóvenes el mensaje que disponen de medios a su alcance para tener sexo seguro, ha hecho un cambio drástico entre conservarse puro antes del matrimonio o ceder a las relaciones prematrimoniales, como si eso es algo normal para todos. Frente a esta situación, el joven soltero, incluyendo al cristiano, pareciera ver como natural el comenzar una actividad sexual sin que tenga que llegar al matrimonio mismo. Pero ese es el consejo del mundo, más no el de Dios. Por el contrario, la Biblia nos amonesta llamando a cualquier experiencia sexual antes del matrimonio como un pecado de fornicación (1 Cor. 6:9-10,18; Ef. 5:3-7). Y lo más normal hoy día es cometer este pecado de la carne. La norma de “acompañarse o acomodarse” con alguien, como se habla ahora, no es bíblico, eso es fornicación. Así que esta no debiera ser ni la visión ni la norma de un joven cristiano. El soltero cristiano ha sido llamado para hacer la diferencia en este mundo. Para ellos Hebreos 13:4 debiera ser su lema. Si honran el matrimonio antes, lo honrarán después. La fidelidad a su cónyuge en el futuro depende cómo honran su presente. 

III. EL MATRIMONIO DEJADO POR DIOS DEBE SER HONROSO EN TODOS POR EL JUICIO DE DIOS. “… a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios”

1. Considere el carácter santo del Dios que juzga (Gn. 1:27). Este texto nos indica lo sagrado que es para Dios el matrimonio. Esta primera institución contó con todo un diseño para que jamás fuera quebrantado. Dios lo hizo para que fuera una unión compatible. Dios hizo una “ayuda idónea”, por lo tanto los cónyuges son un complemento el uno y el otro. También hizo el matrimonio para ser una unión permanente. El llegar a ser una sola carne planteaba que lo que “Dios unió, no lo separa el hombre”. De igual forma, el matrimonio instituido por Dios es una unión íntima. Eso significa que no debe haber lugar para ningún intruso. Dios no creó dos mujeres para un hombre, ni dos hombres para una mujer. Pero también Dios hizo al matrimonio como una unión santa. De la primera pareja se nos dice que “estaban ambos desnudos y no se avergonzaban”. Cuando se quebranta la santidad del matrimonio, se acarrea vergüenza y se ofende al Dios que lo creo santamente. Hebreos 13:4 nos habla del por qué al principio “varón y hembra los creó Dios”, de acuerdo a la defensa que Jesús mismo hizo del matrimonio (Mt. 19:4). El carácter de Dios es santo y ningún pecado puede estar en su presencia: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad…” (Ro. 1:18). El matrimonio debe ser honrado por el carácter santo del que lo hizo. Considérese entonces que ninguna obra es tan altamente defendida por Dios como el matrimonio. Por lo tanto, el matrimonio y su “lecho sin mancilla” deben ser honrados por todos. 

2. Considere los pecados que serán juzgados (Ef. 5:5,6). Hay dos grandes pecados que atentan contra la santidad del matrimonio: la fornicación y el adulterio. Hebreos 13:4 llama “fornicarios” a los que fornican y a “adúlteros” a los que comenten adulterio. La Biblia no ahorra palabras para hablar de estos pecados. Ambas distinciones son como una etiqueta que señalan una maldad consumada. Son como un estigma que no puede borrarse. Fueron estos los pecados por los que Dios destruyó a Sodoma y Gomorra. Y de acuerdo a Génesis 6 estos pecados parecieron ser la causa de la destrucción de la tierra por parte de Dios con el diluvio universal, pues “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gn. 6:5). El autor de Hebreos puso a los fornicarios primero como para señalar que este es un pecado muy usado antes del matrimonio, o en relaciones donde está implícito la prostitución, pornografía y sensualidad. Es un pecado, según lo dice Pablo, que atenta contra el cuerpo mismo. A los tales los juzgará Dios si no se da el debido arrepentimiento. Respecto al adulterio, ese es el pecado que atenta directamente contra el matrimonio, pues es consumido por personas que están legítimamente casados. Los que practican ambos pecados serán juzgados. Nadie escapará a este juicio a menos que venga a un arrepentimiento sincero delante de Dios.

CONCLUSION: Lo que hemos querido decir finalmente es que mi honra por el matrimonio debe reflejar el valor que Dios le asigna a mi cónyuge. La honra es una forma de ver, con exactitud, el inmenso valor de una persona hecha a la imagen de Dios, y así fue hecho el hombre y la mujer. El nos creo a cada uno como personas únicas y con dones y personalidades únicas; nos ve cada uno de nosotros como algo preciado y valioso, porque Él ve el valor innato que incorporó en nosotros. Hagamos una realidad cotidiana Hebreos 13:4, practicando lo que nos dice Proverbios 5.15–19. Nuestras esposas y esposos merecen un puesto de honor. Vivamos para ellos. Nuestros hijos, nuestras iglesias y nuestro Dios así lo demanda. ¡No les deshonremos!