martes, 11 de septiembre de 2012

VIVIENDO SOLO PARA CRISTO (2da PARTRE)


POR: Pastor, Julio Ruiz

II. SI PARA MÍ EL VIVIR ES CRISTO ÉL DEBE SER MI TEMA

1. Hablar bien de Cristo desde el primer momento. En el testimonio de Pablo se nos dice que cuando se convirtió, “en seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios” (Hch. 9:20).La gente no pudo quedar más perpleja con este cambio de parecer. El hombre que hasta hacía algunos días lo único que quería era ver exterminado todo ese movimiento que se originó con el “tal Jesús”, ahora lo está declarando, no sólo como el Mesías prometido, sino como el Hijo de Dios. Desde el momento de su rendición a Cristo se convirtió en uno de los más grandes paladines del evangelio. Su pasión por este mensaje lo llevó a decir: “Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para salvación…” (Ro. 1:16). En el contexto del pasaje donde dice “porque para mí el vivir es Cristo”, ha dicho: “¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún” (Fil. 1:18). Para este hombre lo importante era que Jesucristo fuera anunciado. ¿Cuál es el tema de mi conversación? ¿Cuál es mi verdadera pasión?

2. Hablar bien de Cristo hasta el final. Cuando Pablo estaba ya para morir, sabiendo que en cualquier momento aparecería el verdugo con la espada para cortar su cabeza, escribió a su discípulo Timoteo lo que se conoce como un verdadero epílogo, al decirnos: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe…” (2 Tim. 4:6, 7). Pablo no se descarrió desde que conoció a Cristo. No se tomó algunas “vacaciones espirituales”. No dejó de hablar de Cristo aun hasta la muerte. ¿Sabe usted a quién fue la última persona al que Pablo le testificó? Al soldado que cumplió la orden del César. Así como exclamó aquel soldado que crucificó a Cristo: “¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!”, el que iba a matarle tuvo que ver una cara llena de gozo, y por ende también decir: “¡Verdaderamente este era un hombre de Dios!”. Hermanos, si Cristo vive en mí, él debe ser el tema de mi conversación hasta el final. Que hablamos de él hasta el final.

III. SI PARA MÍ EL VIVIR ES CRISTO ÉL DEBE SER EL MODELO A SEGUIR

1. Siendo imitadores de Dios como hijos amados. Esta exigencia la escribió Pablo a los Efesios (Ef. 5:1). Pablo, con el olfato propio de alguien que sabe la tendencia humana, exhorta a sus hermanos a ser imitadores de Dios para formar un auténtico carácter cristiano. El mundo con su afán de seguir sus modas y modelos nos llama continuamente a conformarnos a sus propios caprichos. La seducción del pecado con sus múltiples tentaciones nos llama a imitar sus gustos y placeres. Satanás, vistiéndose como “ángel de luz”, nos invita a seguir sus irreverentes palabras para no escuchar lo que Dios ha dicho por lo que él desea que hagamos. Y es aquí donde libramos nuestra batalla por querer agradar a Dios y poner a un lado todas las ofertas que presentan un mundo de satisfacción temporal, por la satisfacción eterna. Si Cristo vive en mí, él debe ser mi modelo a seguir. No tenemos que imitar al artista de la ocasión. Los modelos que nuestra juventud ha seguido se están desmoronando. Pero nuestro amado Cristo sigue siendo el modelo del hombre nuevo. Todos los modelos se caen, pero Jesucristo es el mismo de siempre.


2. Hasta que Cristo sea formado en nosotros. Para la formación de los hermanos de Gálatas, Pablo sintió una especie de “dolores de parto” (Gá. 4:19). El trabajo con ellos fue arduo, sin descanso. Pero al final tuvo la satisfacción de saber que Cristo pudo ser formado en sus vidas. La meta del discipulado es llevar al creyente hasta la condición que Cristo sea formado en su vida. Estamos hablando de tener un auténtico carácter cristiano. En este sentido, el reto que nos está planteado es que podamos decir como también dijo Pablo: “Sed imitadores de mí, como yo lo soy de Cristo”.La palabra “formado” también pudiera traducirse como “revelado”. La idea es que Cristo se forme en nosotros hasta ir sustituyendo todo ese hombre viejo, que según el mismo apóstol, “está viciado conforme a los deseos engañosos”. Si Cristo no se forma en nosotros, nuestro carácter no será Cristo céntrico sino egocéntrico. Dejemos que el fruto del Espíritu sea un fiel reflejo de su presencia. No importa que vida puedas tener, si Cristo se forma en ti, tendrás un nuevo carácter. ¿Cuál es tu modelo? ¿Vive Cristo en ti?