sábado, 26 de octubre de 2013

EL COMPORTAMIENTO DE UN SIERVO DE DIOS

Rev. Julio Ruiz, pastor
Mensaje sobre los Hechos

EL COMPORTAMIENTO DE UN SIERVO DE DIOS
(Hechos 20:17-38)

INTRODUCCIÓN: En la historia de hoy hay preguntas que deben hacerse. El amor y el ejemplo de Pablo por el Señor y su obra parecieran reclamarlas. Podíamos comenzar, diciendo: ¿Cuál es la fuerza que nos  impulsa para hacer la obra de Dios? ¿Cuáles son mis reales motivos para el servicio? ¿Por qué hago lo que hago? ¿Es por amor o por un simple deber? El testimonio de Pablo a los pastores de Éfeso es simplemente revelador. Es una autobiografía que pone en evidencia un contundente testimonio del más grande cristiano que haya conocido la historia. No muchos escriben su propia autobiografía, sobre todo si tienen que hablar del trabajo hecho y la integridad mostrada. Algunos considerarían eso una falsa modestia, pero no fue así como Pablo lo veía. Él, sin ningún complejo ha dicho: “Sed imitadores de mi, como yo solo de Cristo”. Las palabras con las que comienza su testimonio parecieran demandar un veredicto de parte de sus oyentes: “Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo…” v. 18. Esto es como si dijera: “Ustedes son los que calificarán mi conducta, pues mi testimonio está a la vista, y al parecer no encontrarán  nada que reprocharme”. Y si bien es cierto que los falsos apóstoles pusieron en duda su apostolado (2 Cor. 11,  12),  los cristianos en quien él  se invirtió, tuvieron que reconocer su entrega y amor por ellos. Los ancianos de Éfeso  sabían que el hombre que les habla ahora no es un interesado en sí mismo ni es un manipulador de oficio. Ahora están escuchando lo que significa un autentico testimonio de integridad en el servicio, en la predicación, en lo ético y en la pasión por el Señor y su obra. Nos hará un gran bien estudiar las características de este siervo del Altísimo para aplicarlas en lo que hacemos para el Señor. Nada es más poderoso que la integridad cristiana. Que nadie salga sin ella. Veamos cómo actúa.

I.                   UN SIERVO DE DIOS TIENE COMO  CARTA DE PRESENTACIÓN UN TESTIMONIO INTACHABLE (v. 17-19)

Sin duda que este pasaje está cargado de mucha emoción. Los ancianos al ser convocados por Pablo vinieron enseguida. Ninguno de  ellos se perdería aquel encuentro para ver y hablar con el hombre que les había conducido a Cristo. Todos ellos están  en el ministerio por Pablo y oír de él el consejo y la orientación era como asistir al mejor seminario de motivación y mejoramiento ministerial. Qué obrero no  hubiera asistido a esa invitación. Al estar ellos allí  Pablo presenta  dos cosas muy importantes para hablar de su comportamiento en Éfeso. Por un lado puso como testigos a los mismos que él había instruido y asignado como ancianos de las  iglesias ya constituidas. Ellos sabían  de la transparencia con la había servido al Señor. Servicio este que lo había hecho con humildad, con lágrimas y con gran asechanza v. 18. En todo lo que ellos vieron no podían juzgar al apóstol de mal testimonio. En segundo lugar, Pablo apeló al tiempo que duró con ellos, diciendo que desde el momento que tocó la tierra del Asia, su vida estaba gobernada por la integridad de su testimonio. ¡Con cuánta solemnidad escucharían esos hombres a su mentor espiritual! Estas mismas palabras las escucharían las demás iglesias a las que Pablo servía (1 Tes. 2:10-12). Un buen testimonio dice más que mil palabras. Un ministerio eficaz tiene que estar respaldado por la conducta personal. Si así vive el obrero, será un instrumento de bendición. Pero nada daña más el evangelio que un mal testimonio. ¿Cómo es el suyo?

II.                UN SIERVO DE DIOS TIENE COMO  ESTILO DE VIDA UNA CONSAGRACION A SUS TAREAS (v. 20-21)

No basta una conducta intachable si lo demás no se traduce en acciones. Esto hay que decirlo porque bien pudiera ser que contamos con hermanos de una vida “intachable”, pero flojos y perezosos. Hermanos de quien nadie dice nada malo, pero ellos no le dicen nada a nadie. No fue esto el caso de Pablo. Su testimonio estuvo respaldado con sus acciones. Él tuvo una consagración al trabajo de la predicación y la enseñanza v. 20. A esta tarea no había rehuido, sino que lo había hecho tanto público como en las casas. Si algo sabía  Pablo era de los “grupos familiares” que se reunían en las casas.  Muchas conversiones y líderes salieron de esos lugares. Quizá fue esto lo que más adelante le llevó a decir: “Me es impuesta necesidad, y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Cor. 9:16).  Pero, ¿cuál era el mensaje que Pablo predicaba? Uno era de “arrepentimiento para con Dios” y el otro de “fe en nuestro Señor Jesucristo” v. 21. Esto nos revela que Pablo predicaba el evangelio auténtico. Tenemos que reconocer que algunos  púlpitos cristianos pudieran estar tocando  otros asuntos, sobre todo aquellos  para entretener a nuestra gente, que el tema del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo. Hay predicadores modernos que admiten no predicar mucho sobre el arrepentimiento porque ahuyentan a la gente. Al hacer esto estamos en franca desobediencia a la palabra, pues Cristo mismo comenzó su ministerio predicando este tema (Mt. 4:17). La constancia infatigable de Pablo queda registrada en estas palabras. La constancia y la perseverancia hacen la diferencia.

III.             UN SIERVO DE DIOS TIENE COMO SU FORTALEZA EL ESTAR LIGADO AL ESPÍRITU PARA HACER LA OBRA (v. 22-23)

Pablo era un hombre ligado al Espíritu. De hecho, su comunión con la tercera persona de la Trinidad era tan íntima que el acercamiento entre los dos consistía en una relación como la que tenía Moisés con Dios en la antigüedad. Había entre Pablo y el Espíritu Santo tal cercanía hasta el punto de prohibirle ir a algún lugar, animarle a no temer ante el peligro, revelarle cuando había un espíritu contrario y sobre todo darle fortaleza cuando enseñaba, predicaba, sanaba, resucitaba.  Tome en cuenta que en este mismo texto el Espíritu Santo le dice que en cada ciudad donde va a ir le esperaban “prisiones y tribulaciones” v. 23.  ¿Qué haría usted si al que tiene como su fiel compañero le dijera que los próximos lugares que va a visitar lo van a poner preso o le van a dar una golpiza? ¿Se animaría a seguir adelante? Pues eso fue lo que Pablo sentía, sin embargo mire su resolución: Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” v. 24. Esto bien podría llamarse una “santa desobediencia”. Pablo con su ejemplo nos dice que la vida no debemos estimarla tan preciosa cuando la gastamos para nosotros mismos, pero que si será de incalculable valor cuando la invertimos para Cristo. ¿Hasta dónde el Espíritu Santo es el guía de su vida?


IV.             UN SIERVO DE DIOS TIENE COMO PRINCIPIO DE VIDA UNA CONVICCIÓN INQUEBRANTABLE (25-27)

Lo primero que descubrimos en la vida de Pablo es un hombre de convicciones inquebrantables. Ya lo había expresado al decir que no estimaba su vida con tal que acabara con gozo la carrera y todo lo que había recibido de parte del Señor para terminar su tarea. Lo de él era cumplir su ministerio sin importar el costo. Ahora, y en presencia de todos sus discípulos y colegas del ministerio, les expresa unas palabras muy emotivas que después arrancaron lágrimas y gran lamento. Por supuesto que las despedidas son tristes, pero esta que incluía el no verse otra vez, era más dolorosa. Como su actitud no era el de escalar puestos para destacarse, les trae otra vez el trabajo hecho entre ellos, recordándoles las palabras del profeta Ezequiel (3:19) tocante a la importancia de haber advertido al pecador de su camino,  por lo que se consideraba “limpio de la sangre de todos”. Su convicciones eran tan profundas respecto al trabajo para el Señor que allí en Éfeso, Pablo reconoce haber hecho uno de sus más grandes trabajados, al decirnos a todos que: “No he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios”v.27. En su convicción inquebrantable Pablo se aseguró de no salir de allí hasta que todos estuvieran saturados del “consejo de Dios”. Existe el “consejo de los hombres”, que por lo general está sujeto al error y a cambiar. Pero el de Dios es un consejo que transforma y que da el mejor bienestar a la vida. Mientras no enseñemos todo el “consejo de Dios” no podemos decir que tengamos éxito en el ministerio.

V.                UN SIERVO DE DIOS TIENE COMO COMPAÑERA UNA CONCIENCIA IRREPROCHABLE (v. 33-35)

La codicia y el amor al dinero es la raíz de todos los males,  nos diría después el mismo Pablo (1 Tim. 6:10). Hay que decir que Pablo tuvo muchas maneras de lucrarse con su ministerio, pues no fueron pocas las iglesias que fundó e hizo crecer. Se rodeó con gente de la alta sociedad y por seguro muchos de ellos tendrían muy buenas posesiones, sin embargo no le vemos haberse hecho rico a través del evangelio. Para él, la “teología de la prosperidad”,  tan amada por algunos predicadores, no fue una de sus enseñanzas. Por el contrario, trató al máximo de no ser una carga para las iglesias, por lo que usó sus propias manos con el fin de sostenerse, de allí que pudo decirle a estos hombres: Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido” v. 34. Su conciencia no le acusa de haber usado el ministerio con otros fines. Su postura fue radical y muy ética en todos los temas, sobre todo esto del dinero donde hay toda una trampa del enemigo. Como él había aprendido de su Maestro que: “Mas bienaventurado es dar que recibir” v. 35, convierte este principio en la norma para su vida y así se lo trasmitió a ellos. La vida de un siervo de Dios debe estar acompañada de una conciencia tranquila. La actuación con transparencia y pulcritud en todos nuestros actos hará que tengamos como compañera una conciencia irreprochable y eso será uno de los más fuertes testimonios que presentaremos para propios y extraños.

VI.             UN SIERVO DE DIOS TIENE COMO PREOCUPACIÓN PRINCIPAL EL CUIDADO DE LOS DEMÁS (28-31)

Las palabras “rebaño”,  “obispos” y “lobos”, refieren a un hombre que está hablando ahora con un corazón de pastor.  Lo primero que les pide es a mirar por ellos y luego por su rebaño v. 29. El cuidado personal se reflejará también en la iglesia. La nota distintiva a la que Pablo hace alusión es que  ellos estaban allí porque el Espíritu Santo les había puesto. Cuando una iglesia cuenta con un siervo puesto por el Espíritu Santo hay garantía de ser dirigida bajo la unción y dirección de lo alto. De esta manera, la preocupación de un pastor siempre será por los “lobos rapaces” que están prestos para devorar a las ovejas v. 30. Pablo tenía un olfato inconfundible y sabía de aquellos lobos con piel de ovejas que no solo frecuentaban las iglesias, sino que dentro del seno de ella misma se  levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos v. 30. Estas advertencias ponen de manifiesto el cuidado que los siervos del Señor debemos tener por el rebaño. La razón es porque ese rebaño donde el Espíritu Santo nos haya puesto como “obispos”, Jesús lo “ganó con su propia sangre” v. 28. ¿Sabe lo que esto significa? La iglesia es el cuerpo de Cristo, por lo tanto tiene un valor divino y eterno. Es a través de ella que el Señor manifiesta su poder y su gloria. En resumen, los que estamos al frente de ella debemos estar alertas para percibir el peligro. Debemos defender su doctrina. Nuestra misión es mantener a la iglesia unida bajo el mismo amor, cuidándola y amonestándola porque como pastores velamos por vuestras almas, como quienes tendremos que dar cuentas de las ovejas (He. 13:17). Las ovejas demandan nuestro más especial cuidado. Así que, ¡déjense cuidar!

CONCLUSIÓN: Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” v. 24.  Esta convicción inquebrantable es la que le da sentido a la vida cristiana y el ministerio que desempeñamos para el Señor. Esta es la visión final de un siervo de Dios. Nuestra vida debe estar determinada de esta forma. Cuando estimamos más nuestra vida para nosotros mismos, la obra de Dios pasa a un segundo plano. ¿Le gustaría ser un imitador de Pablo como ya lo somos de Cristo? Como siervos del Señor, ¿adornamos lo que hacemos con estas características? ¿Somos un ejemplo de integridad?


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