POR MISAEL REYES
Génesis 26:35. “… y fueron amargura de espíritu para para Isaac y
Rebeca.
La vida de Isaac y luego la de Jacob estuvieron mezcladas
por conflictos familiares. Una vida donde el
soborno, el chantaje, el engaño y la envidia estaban a la orden del dia
y parecía ser la única via para alcanzar, incluso, hasta las bendiciones. Estos
conflictos empiezan con la misma esterilidad de Rebeca, y ¡vaya que tipo de conflicto
representa esto para un hogar!
Dios
responde la oración de Isaac, y Rebeca concibió, pero desde el mismo
vientre, los niños luchaban entre sí. La reacción de Rebeca ante este problema
parece sembrar en ella la frustración y la desesperanza. En su consulta con
Jehová, este le responde:
“Dos
naciones hay en tu seno, dos pueblos divididos desde sus tus entrañas. Un
pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor” (Génesis 25: 23)
En el
nacimiento de estos, se libra también una batalla que continuó de manera
repetida; primero cuando Esaú cambia su primogenitura por un potaje que Jacob
había preparado y más tarde cuando Rebeca en complicidad con su hijo, engañan a
Isaac para que este le diera la bendición a Jacob.
Fue una
lucha por la supremacía del uno sobre el otro sin saber que detrás de todo
esto, se movía la mano de Dios.
Esta lucha
no ha terminado y continúa aun con nuevos protagonistas, con más fuerza, con
nueva tecnología, con armas sofisticadas. Una lucha de dos pueblos que empezó
en el vientre de Rebeca y que se ha extendido hasta nuestros días, y que
culminara en un conflicto de proporciones gigantescas que afectara a todo el
mundo.
Lo que
comenzó por un simple “guisado de lentejas” se convirtió en un conflicto
familiar que ha tomado dimensiones de grades proporciones y que hoy en pleno
siglo XXI tienen al mundo al borde de un conflicto nuclear.
Conflictos!
Basta con echar una hojeada a los titulares de las principales agencias
noticiosas, para quedar sorprendidos ante el auge de innumerables conflictos.
Las familias viven en conflictos, las naciones, los pueblos, los políticos y
porque no las iglesias viven en una permanente pelea de nunca acabar.
Mientras el
odio, el egoísmo, el desamor, el interés sigan gobernando las vidas de las
gentes, no habrá un cese al fuego ni entendimiento en las relaciones ni
familiares, ni políticas ni religiosas.
Solo un
cambio de mente, un vivir en el Espíritu y un nuevo nacimiento; hará posible
que los cambios se operen y los sueños de paz que tanto ansiamos, sean una
realidad.