Por: Misael Asarias Reyes Bonilla.
Efesios.
6: 4. Y ustedes, padres, no hagan enojar a
sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor.
Cuando hablamos de rol, nos referimos a
la función o actividad que cumple un individuo dentro de un grupo social.
Cada uno de nosotros dentro de nuestro
entorno tenemos un rol que cumplir, bien sea por nuestra posición dentro de una
institución o como ciudadanos de un país.
Cuando este término se aplica al padre,
cobra una dimensión más amplia y de mayor peso.
Una de las premisas del rol que debe
caracterizar a un padre, es el AMOR. Pablo
Lo enfatiza muy bien en su mensaje a los padres de la iglesia de Éfeso, “Esposos, amen a sus esposas” (5: 25a) Ese
amor debe ser tan profundo como el amor con que Cristo amo a la iglesia. “…así
como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella” (5: 25b)
Un
amor de entrega sin condiciones, un amor que va mucho más allá de un simple
romanticismo temporal y frases bonitas en ocasiones especiales.
Cuando ese rol de padre/esposo no está
dispuesto al sacrificio por la mujer de su vida, él no está cumpliendo la
verdadera función que dentro el matrimonio le ha sido asignado por el mismo
Dios.
Segunda premisa del rol de un padre está
en función de la relacion con sus hijos.
Si hay una verdadera relación de amor
con la esposa, indudablemente que esto repercutirá positivamente en la de sus
hijos.
Los gritos, los calificativos y
despectivos; no son la mejor herramienta en la crianza de los hijos. La exhortación
apostólica es, “…Padres… no hagan enojar a sus hijos…” (6: 4ª). Las palabras ásperas,
los insultos y castigos físicos o psicológicos, solo lograran sembrar en los
hijos actitudes negativas que se transmitirán por generaciones.
Pablo expone la manera didáctica y
espiritual como formar en los hijos valores y virtudes cristianas, “…sino
críenlos según la disciplina e instrucción del Señor.” (6: 4b) Este el método bíblico que no hay sicólogo que lo
pueda mejorar porque tiene como fundamento a Cristo.
El deterioro espiritual que viven los
hogares de hoy, se debe, entre otras cosas, a que los padres hemos invertido
nuestro rol dándole prioridad a otras cosas y descuidando la responsabilidad que
como sacerdotes del hogar tenemos en la formación de familias solidas que amen
y sirvan a Cristo.