POR: MISAEL REYES
GÉNESIS 3:
11. Entonces Dios le
pregunto:-¿Quién te enseño que
estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del cual yo te mande que no
comieras? 12. El hombre le respondió:
-La mujer que me diste por compañera medio
del árbol, y yo comí. 13. Entonces Jehová Dios
dijo a la mujer: -¿Qué es lo que has hecho? Ella respondió: -La serpiente me engaño, y comí.
La primera estrategia de Adán y Eva de
ocultarse de la presencia de Jehová Dios, no les funciono. Cuando Dios
les pregunta ¿Dónde estás? Adán responde: “tuve miedo, porque estaba desnudo”
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Entonces Jehová Dios le pregunta:
-¿Quién te enseño que estabas desnudo? Entonces Adán apela al recurso de la excusa
para justificar su fracaso: -“La mujer que me diste por compañera me dió
del árbol, y yo comí”. Luego
Jehová Dios pregunta a la mujer: -¿Qué
es lo que has hecho? Entonces Eva también hace uso de su excusa y dice: -“La
serpiente me engaño, y comí”
Aquí
cada uno de los implicados, trata de pasarle la pelota a su compañero: El
hombre a la mujer y la mujer, a la
serpiente.
Todos querían justificar su error,
todos querían quedar bien ante Dios, los dos querían lavarse las manos.
Generalmente estas escenas se repiten
en nuestros días. Muchas veces tratamos de ocultar nuestros fracasos echándole
la culpa al otro. Expresiones como estas se oyen:
“La
iglesia está mal, porque este pastor que tenemos, es un incapaz”
“La iglesia no crece, porque el
coordinador de evangelismo no está capacitado para ese cargo”
“Hermano,
estoy así porque mi mujer no me ayuda en esta responsabilidad”
“Estoy
pasando por esta prueba, porque el Diablo no me deja, siempre me pone trampas”
Y así pasamos el tiempo tratando de justificar nuestros propios errores ACUSANDO A OTROS.
QUE
BUENA LECCION. La Palabra de Dios nos dice que: somos un cuerpo y todos miembros
los unos de los otros. Que tenemos responsabilidades que compartir y
aceptar juntos. Si la iglesia está en decadencia, también es tu
responsabilidad, porque se te han dado dones y talentos para que ayude a su
edificación y crecimiento.
Venimos
muchas veces a la iglesia a sentarnos en una silla solo a ver los defectos de
los demás, criticarlos y para ocultarnos de nuestros propios errores. Y al
salir, la noticia sigue creciendo porque con quien nos encontremos, seguimos
haciendo comentarios que para nada edifican.
Tengamos
mucho cuidado al hacer acusaciones, porque nuestras palabras pueden convertirse
en nuestro propio juez.
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