POR: Pastor, Julio Ruiz
II.
SI PARA MÍ EL VIVIR ES CRISTO ÉL DEBE SER MI TEMA
1. Hablar bien de Cristo desde el primer
momento. En
el testimonio de Pablo se nos dice que cuando se convirtió, “en seguida
predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios”
(Hch. 9:20).La gente no pudo quedar más perpleja con este cambio de
parecer. El hombre que hasta hacía algunos días lo único que quería era ver
exterminado todo ese movimiento que se originó con el “tal Jesús”, ahora lo
está declarando, no sólo como el Mesías prometido, sino como el Hijo de Dios.
Desde el momento de su rendición a Cristo se convirtió en uno de los más
grandes paladines del evangelio. Su pasión por este mensaje lo llevó a decir: “Porque
no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para salvación…” (Ro.
1:16). En el contexto del pasaje donde dice “porque para mí el vivir es
Cristo”, ha dicho: “¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por
pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún”
(Fil. 1:18). Para este hombre lo importante era que Jesucristo fuera
anunciado. ¿Cuál es el tema de mi conversación? ¿Cuál es mi verdadera pasión?
2. Hablar bien de Cristo hasta el final.
Cuando
Pablo estaba ya para morir, sabiendo que en cualquier momento aparecería el verdugo
con la espada para cortar su cabeza, escribió a su discípulo Timoteo lo que se
conoce como un verdadero epílogo, al decirnos: “Porque yo ya estoy para ser
sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena
batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe…” (2 Tim. 4:6, 7). Pablo
no se descarrió desde que conoció a Cristo. No se tomó algunas “vacaciones
espirituales”. No dejó de hablar de Cristo aun hasta la muerte. ¿Sabe usted a
quién fue la última persona al que Pablo le testificó? Al soldado que cumplió
la orden del César. Así como exclamó aquel soldado que crucificó a Cristo:
“¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!”, el que iba a matarle tuvo que ver
una cara llena de gozo, y por ende también decir: “¡Verdaderamente este era un
hombre de Dios!”. Hermanos, si Cristo vive en mí, él debe ser el tema de mi
conversación hasta el final. Que hablamos de él hasta el final.
III.
SI PARA MÍ EL VIVIR ES CRISTO ÉL DEBE SER EL MODELO A SEGUIR
1.
Siendo imitadores de Dios como hijos amados. Esta exigencia la
escribió Pablo a los Efesios (Ef. 5:1). Pablo, con el olfato propio de alguien
que sabe la tendencia humana, exhorta a sus hermanos a ser imitadores de Dios
para formar un auténtico carácter cristiano. El mundo con su afán de seguir sus
modas y modelos nos llama continuamente a conformarnos a sus propios caprichos.
La seducción del pecado con sus múltiples tentaciones nos llama a imitar sus
gustos y placeres. Satanás, vistiéndose como “ángel de luz”, nos invita a
seguir sus irreverentes palabras para no escuchar lo que Dios ha dicho por lo
que él desea que hagamos. Y es aquí donde libramos nuestra batalla por querer
agradar a Dios y poner a un lado todas las ofertas que presentan un mundo de
satisfacción temporal, por la satisfacción eterna. Si Cristo vive en mí, él
debe ser mi modelo a seguir. No tenemos que imitar al artista de la ocasión.
Los modelos que nuestra juventud ha seguido se están desmoronando. Pero nuestro
amado Cristo sigue siendo el modelo del hombre nuevo. Todos los modelos se
caen, pero Jesucristo es el mismo de siempre.
2. Hasta que Cristo sea formado en
nosotros. Para
la formación de los hermanos de Gálatas, Pablo sintió una especie de “dolores
de parto” (Gá. 4:19). El trabajo con ellos fue arduo, sin descanso. Pero al
final tuvo la satisfacción de saber que Cristo pudo ser formado en sus vidas.
La meta del discipulado es llevar al creyente hasta la condición que Cristo sea
formado en su vida. Estamos hablando de tener un auténtico carácter cristiano.
En este sentido, el reto que nos está planteado es que podamos decir como
también dijo Pablo: “Sed imitadores de mí, como yo lo soy de Cristo”.La
palabra “formado” también pudiera traducirse como “revelado”. La idea es que
Cristo se forme en nosotros hasta ir sustituyendo todo ese hombre viejo, que
según el mismo apóstol, “está viciado conforme a los deseos engañosos”.
Si Cristo no se forma en nosotros, nuestro carácter no será Cristo céntrico
sino egocéntrico. Dejemos que el fruto del Espíritu sea un fiel reflejo de su
presencia. No importa que vida puedas tener, si Cristo se forma en ti, tendrás
un nuevo carácter. ¿Cuál es tu modelo? ¿Vive Cristo en ti?
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