IGLESIA BAUTISTA HISPANA COLUMBIA
Falls Church, 03/06/2012
Rev. Julio Ruiz, pastor
Mensajes
sobre la
Carta
de Santiago
CITA BÍBLICA: (Santiago 3:1-13)
INTRODUCCION:
¿Cuántas palabras pudiera hablar una persona
al día? Bueno, un estudio científico ha revelado que las mujeres hablan más palabras que los
hombres. De hecho, ellas los superan hasta
tres veces, pues mientras en promedio ellas hablan unas 20 mil palabras
al día, el hombre sólo usa 7 mil, es decir, 13 mil menos que la fémina
promedio. Esto nos muestra cuán ocupado está este pequeño órgano antes de irse
a dormir. Ahora bien de esas palabras que hablamos todos los días, ¿cuántas de
ellas salen para consolar, bendecir, adorar o dar gracias? O, ¿cuántas son para
herir, criticar, ofender, levantar un falso testimonio? ¿A cuántos de nosotros
nos gustaría tener una lengua santificada? ¿A cuántos nos gustaría tener una lengua que sea usada para el reino de Dios, en lugar de ser
instrumento del reino de las tinieblas? Todo parece indicar que la iglesia que
pastoreaba Santiago habían hermanos con
problemas con su lengua. Observe el presente capítulo. No hay otro en la Biblia
como él para describir, con una variedad
de analogías el poder que tiene este pequeño órgano de nuestro cuerpo, sobre
todo si no es domado. La lengua puede ser el mejor instrumento para hacer
crecer a nuestra iglesia en la medida que cada uno de nosotros testifica en el
poder del Espíritu, haciendo que otros confiesen que Jesucristo es el Señor.
Pero también puede ser el instrumento más dañino, cuando la usamos para
chismear, descalificar y hasta ofender al hermano. Amados, nunca habían sido
tan oportunas para este tiempo las palabras del salmista cuando preguntó: “Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién
morará en tu monte santo?”; siendo su respuesta el “que no
calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo…” (Sal. 15:1-3). Santiago comienza con una advertencia de hacerse maestro sin tener
el llamamiento v.1, para luego decirnos que todos ofendemos con la lengua v. 2,
siendo esto el tema central de este capítulo. Nos hará muy bien abordar el
presente tema, porque una lengua domada es la mejor bendición para una iglesia.
Descubramos la naturaleza de esta “bestia” para domarla y usarla para todo
bien.
I.
LA LENGUA COMO UNA BESTIA INDOMABLE POSEE UN
PODER MÁS GRANDE QUE SU TAMAÑO v. 3-5
1.
Parecido al freno del caballo v. 3. El caballo es un animal muy
grande. Su fuerza ha sido usada para la guerra y para servir al hombre. Pero
para ello el hombre ha tenido que usar el
freno, porque el freno lo para y lo dirige. El caballo irá hacia donde
usted le indique, pero debe recordar que quien hace el trabajo es el freno. El hombre ha hecho lo mismo con
el mundo natural. Ha logrado tumbar grandes bosques, abrir grandes canales, construir enormes edificios y
sistemas de carreteras. Y sin embargo, hay una gran fuerza que el hombre solo
no ha podido dominar; nos referimos al poder de la lengua. Así como el freno en
el caballo, la lengua en la boca tiene un inmenso poder para construir o para
destruir. Para levantar o para derribar.
2.
Parecido al timón del barco v. 4. Aún el barco más grande es navegado por medio de un pequeño timón.
Considere los portaviones, cuántas toneladas de carga llevan, y es el timón que va por debajo del agua quien lo
dirige. De igual forma, la lengua permanece
oculta en su mayor parte, pero cuando “arranca sus motores” tiene un poder
devastador. La lengua puede expresar o reprimir; liberar o restringir, iluminar
u oscurecer; adorar o aborrecer; ofender o amistar; afirmar o enajenar,
construir o menospreciar; deleitar o hacer llorar… Otra vez vemos el tremendo poder de la lengua. ¿Cuántas
veces nos detenemos para pensar en lo que decimos? ¿Cuántas veces consideramos
el efecto de nuestras palabras sobre la persona que nos están escuchando, o de
quien estamos hablando? La lengua tiene un poder parecido al timón que
quebranta los vientos y surca los mares. La idea es que ella domina nuestro cuerpo
y nos hace llevar para donde quiera. De eso se trata su naturaleza
indomable. Santiago dice que nadie la ha podido dominar.
II.
LA LENGUA COMO UNA BESTIA
INDOMABLE ENCIERRA UN MUNDO DE MALDAD
(v. 6-8)
1.
Comparado con un fuego devorador v.6. La figura del fuego, para
aplicárselo al uso incontrolado de la lengua, es simplemente elocuente. Nada es
más espantoso que un voraz incendio. Cuando usted percibe el fuego, huye para salvar su vida. En el versículo 5,
Santiago describe lo que puede hacer una simple chispa. La metáfora se aplica
al uso indiscriminado que hacemos al momento de hablar. Por ejemplo, usted puede destruir la iniciativa de sus hijos con una
constante crítica. Usted puede destruir a su pareja si nunca le reconoce las cosas que hace bien.
Podemos destruir la reputación de un hermano a través de un chisme al propagarse como chispas por el aire. ¿Sabe
usted cuáles son las armas favoritas que Satanás usa para acabar con una
iglesia? Las críticas, las quejas, los chismes, la difamación y las
murmuraciones. Satanás sabe usar
la lengua para hacer gran daño a la obra de Dios. Ya el sabio había dicho
anticipadamente que “la
muerte y la vida están en poder de la lengua, Y el que
la ama comerá de sus frutos” (Pr. 18:21). Una
lengua no controlada es exactamente como un fuego que no puede ser extinguido.
Y al igual que esos incendios que duran días para ser apagados, será difícil apagar lo que una lengua indomable incendió. Tenga cuidado con dejar caer una
chispa.
2.
Comparada con un mundo de maldad v.6. Cuando Santiago
notaba que algo anda mal en su iglesia, lo denunciaba e iba hasta el fondo como
si se tratara de un abogado acusador. La forma cómo ha abordado el tema de la
lengua nos muestra que la trató muy duro. En un solo versículo abunda en descalificativos para mostrar cuánto daño hace
una lengua indomable. La increíble
maldad de la lengua se destaca en esta
comparación. Observe que ella es un contaminante, como un depósito de material
radioactivo, o un tiradero de basura en medio de un parque. El mismo infierno,
símbolo de la actividad satánica, es el que enciende la lengua. Es decir que, a
través de la lengua, se expresa el estado caído de nuestra naturaleza humana. Lo
que Santiago describe acá, ya el Señor lo
había dicho: “No es
lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la
boca, eso es lo que contamina al hombre” (Mt. 15:11). Así, pues,
las cosas que decimos, y la manera cómo las decimos, demuestra si nuestro
corazón está contaminado o no.
3.
Comparada con veneno mortal (v. 7-8). ¿Sabía usted que
el hombre ha podido domar los animales salvajes como leones, tigres, elefantes,
etc.? ¿Ha visto cómo los
entrenadores de un circo logran que ellos le obedezcan? Pero la lengua,
ese insignificante órgano, no puede ser domado. Y a esta larga descripción y acusación que Santiago
hace contra la lengua, nos dice que la lengua es un “veneno mortal”. Esto
último que Santiago ha mencionado para
describir la naturaleza de esta “bestia indomable”, pareciera ser la cumbre de
toda su exposición. Todos sabemos que
hay algunos animales, entre los que se incluyen serpientes, que inyectan
un veneno mortal al momento de morder. Pero sin que nos demos cuenta, nosotros
también llevamos consigo un veneno que llega a ser mortal. ¿Cómo es esto?
Bueno, cuando mi lengua dejada suelta sin control comienzo a envenenar a otros
con lo que estoy diciendo. Cuando usted habla mal de otra persona, ¿qué es lo
hace? Pues comienza a descargar su veneno sobre ella, matando con eso su
reputación, testimonio e integridad. Así que hay un asesino que está puesto en
medio de nuestros órganos. Tenga cuidado al hablar, pudiera estar matando a
otros con lo que dice. Hay muchas personas que se han alejado de la iglesia
porque alguien mató su espíritu y su ánimo. Piense antes de hablar, puede haber
veneno mortal en sus palabras. Sea tardo para hablar.
III.
LA LENGUA COMO UNA BESTIA INDOMABLE
CAMBIA CUANDO CONOCE A JESUCRISTO (9-12)
Hasta ahora el
cuadro que nos presenta Santiago se ve muy desolador cuando se refiere a la
lengua. La situación que le tocó vivir pareciera indicarnos que en esa iglesia
nadie tenía la lengua buena. Da la impresión que aquella comunidad estaba
compuesta por chismosos, murmuradores y difamadores. Cuando él habla que de una
misma fuente no puede venir “agua dulce y amarga”, nos muestra un lado negativo de la iglesia. Pero
contrario a esto, la lengua si puede ser domada. Cuando alguien se hace
creyente, necesariamente debe tener una lengua nueva, por lo tanto:
1.
Un corazón transformado tiene una lengua santificada (Lc. 6:45). La razón
por la que Santiago nos dice que con una misma lengua bendecimos y maldecimos,
es porque en el corazón de quien habla no ha habido una transformación. Jesús
nos presentó claramente esta situación. Él dijo que de “la abundancia del
corazón habla la boca”. Eso significa que mi lengua hablará lo que le mande el
corazón. Así que, si en mi corazón lo que hay es un basurero, eso será lo que
hablo. Pero si mi corazón ha sido transformado por la sangre y el poder del
Señor, mi lengua será usada para traer honra a mi Dios y para bendecir a mis
hermanos. Lo que un creyente habla es lo que tiene en su corazón. La lengua
delatará el tipo de cristiano que soy.
2.
Una vida llena del Espíritu produce una lengua de alabanza (Ef. 5:18-20). Santiago se dio cuenta que habían hermanos de cuyo interior
provenían dos fuentes: eran hermanos dulces, pero a la vez amargos. Aquello era
una contradicción. Pablo nos dice que cuando un creyente es controlado por el
Espíritu Santo, de su interior no vendrán dos fuentes. Jesús había profetizado
que cuando el Espíritu morara en nosotros habría una fuente que saltaría para
vida eterna. Así que una vida controlada por el Espíritu andará “hablando entre vosotros con salmos, con
himnos y con cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros
corazones…” (v. 20). Entonces, la
lengua si puede ser domada. La lengua de un creyente cuenta con el freno y el
timón del Espíritu Santo. Así que el “mundo de maldad” puede cambiar en un
mundo de bien.
3.
Una vida llena de oración produce una
lengua sabia (Col. 4:6). Santiago termina su larga exposición
acerca de la lengua diciendo que una mata
de higuera no puede producir aceitunas, pues su naturaleza es hecha para
producir exclusivamente higueras. De igual forma, un creyente no puede producir
dos clases de frutos, porque sería contrario a su naturaleza. Pablo nos habla
de una lengua controlada por la oración. El presente texto me encanta. Por cuanto
los versículos previos nos hablan de “perseverad en la oración”, el resultado
se notará en el hablar. Se espera, por lo tanto, que el hablar de un creyente
sea con “gracia”. Que su palabra sea “sazonada con sal”. Eso significa que
cuando su lengua hable, le de sabor a lo que toque, que sea agradable su
hablar. Note que el resultado de tener una lengua “sazonada” es para que “sepáis como debéis
responder a cada uno”. Así que, hermanos, sí se puede tener una lengua domada.
Un cristiano de oración no perjudica a otros cuando habla, más bien lo bendice.
4.
Una vida llena de la palabra produce una lengua pura (Ef.4:29). Tengo la impresión que los
creyentes a los que se dirige Santiago tenían un serio problema en su vida
devocional. La descripción que ha hecho de
esa “bestia indomable” nos presenta esa verdad. ¿Pero acaso no esta la
razón para no tener una lengua controlada?
Un creyente que no se alimentada con
la palabra viva de Dios usará otras palabras, y no es raro que Satanás tome su lengua y la use para corromperse a sí mismo y
también a otros. Pero la amonestación de la Biblia es que “ninguna palabra
corrompida salga de nuestra boca”. Usted tiene que saber lo feo que huele algo
que se corrompe. Sin embargo, que agradable es un buen olor. Cuando hablamos
debemos producir un grato olor para “la
necesaria edificación”. Si vivimos en palabra de Dios, la edificación será lo
que siempre hablamos. De la boca de un creyente no debiera salir una palabra
corrompida, una palabra ofensiva o una
palabra hiriente. Pero si debieran salir palabras de edificación.
CONCLUSIÓN: “El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal,
y sus labios no hablen engaño… ” (1
Pe. 3:10). Una lengua domada nos hará vivir tiempos felices,
esto es para el creyente. Pero para el que no tiene a Cristo, esto es lo que hay que hacer con la lengua: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el
Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás
salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se
confiesa para salvación” (Ro. 10:9-10). ¿Quiere tener una lengua santificada? No
deje que ella siga sin control en su cuerpo. Entréguesela hoy a su Señor “para
ver días buenos”.