Por: Misael Asarias Reyes Bonilla
Texto Bíblico:
Génesis 11:
9. Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí
confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre
la faz de toda la tierra.
Los que se establecieron en la llanura de Sinar,
fueron los descendientes de los hijos de Noé. (10: 32)
Un día, por
unanimidad, deciden construir en esa llanura una ciudad cuyo centro de
atracción sería una “torre cuya cúspide llegaría al cielo”. Ellos no estaban jugando, estaban decididos a
terminarla y a cumplir sus propósitos. Tenían unas características que eran
vitales para el logro de sus propósitos: eran uno, tenían un mismo lenguaje y
tenían la decisión de terminar esa obra.
Dios le había dicho
a NOE y a sus hijos “Mas vosotros fructificad y multiplicaos; procread
abundantemente en la tierra, y multiplicaos en ella” (9: 7) y ellos dijeron:
“Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y
hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la
tierra.” Dios
observo la ciudad y la torre que
construían y reconoció que ellos estaban decididos a concluir ese mega proyecto.
El propósito de Dios era que ellos poblaran
la tierra, no que ellos construyeran.
Hay aquí muchas
lecciones que podemos aprender para nuestra edificación y nuestro crecimiento
cristiano.
Primero, muchas
veces creemos que todas las cosas que emprendemos son la voluntad de Dios, y no
es así. Muchas veces queremos construir no de acuerdo al modelo de Dios y
comenzamos a echar nuestras propias bases sin buscar la dirección del Señor.
Segundo, Dios
tiene que frustrar las decisiones que nosotros creemos correctas porque no
están bajo su voluntad ni cumplen su propósito.
Tercero, las cosas
que se hacen fundamentadas en nuestras propias fuerzas e intelecto, no llegaran
muy lejos, porque entorpecen sus planes.
Cuarto, el
propósito de Dios era repoblar una tierra con gentes, no edificaciones ni
construcciones ostentosas, Dios está interesado en sus hijos no en
arquitecturas.
Babel
significa, confusión. Dios confundió allí sus lenguas con un propósito sano y
para bendición. En contraposición a esto, podemos decir ahora que el diablo
también confunde las lenguas de los cristianos para que el propósito de Dios no
avance.
La Biblia dice
que a los creyentes se les dio el mandamiento de llenar el mundo con el mensaje de Cristo. (Mateo 28:
19, 20
La Palabra de
Dios nos dice que la iglesia es un solo pueblo, (Efesios 2: 14) y que todos
debemos hablar una misma cosa, (1ª Cor. 1: 10) ser de un mismo sentir, (1ª
Pedro 3: 8; 2ª Cor. 13: 11) y guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de
la paz. (Efesios 4: 3).
Este es el
deber ser de iglesia, estaba en los planes de Dios conquistar al mundo por la
unidad de un pueblo unido. La orden expresa fue: “ID” pero el enemigo se ha
encargado de confundir nuestra lengua,
De repente,
comenzaron a gestarse en nuestras mentes la idea de empezar a construir
también nuestras torres, y comenzaron a existir las tribus y nos dividimos en
territorios denominacionales y nos hemos aislado marcando nuestras fronteras.
Se confundió nuestra lengua, no nos
entendemos, y ya no hablamos el mismo lenguaje, y hemos entrado en una
confusión tremenda que aleja a las gentes de Cristo, y en vez de contribuir a
la extensión del Reino de Dios en la tierra, lo que hemos conseguido es
debilitarlo.
¿No le parece
que la escena de Babel se asemeja a algo que llaman iglesia? ¿No le parece que
estamos viviendo en una Babel moderna que se llama la iglesia? Parece que la
unidad por la cual oro Cristo antes de su muerte, sigue siendo un sueño no
hecho realidad.
Que Dios nos
permita reencontrar el rumbo y cruzarnos otra vez en el camino que perdimos, que podamos mancomunar nuestros esfuerzos por
amor a un mundo que gime y se hunde cada día en el pecado. Dejemos ya a Babel,
es decir, la confusión reinante y pidámosle a Dios “alimento sólido para
alcanzar la madurez y ejercitar nuestros sentidos en el discernimiento del bien
y del mal” (Hebreos 5: 14)
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