martes, 18 de septiembre de 2012

SI PARA MÍ EL VIVIR ES CRISTO ÉL DEBE SER MI GALARDÓN AL FINAL (3ra.Parte)



Por: Pastor Julio Ruiz

IV. SI PARA MÍ EL VIVIR ES CRISTO ÉL DEBE SER MI GALARDÓN AL FINAL

1. El morir es ganancia. Solo para quien el “vivir es Cristo”, el morir será una ganancia. Escuchamos a la gente decir que la muerte de alguien fue una gran pérdida. Esto puede ser así si hablamos de lo indispensable que era la persona a su familia, al negocio o a la sociedad. De modo que en este sentido la muerte no es una ganancia. Por otro lado, para quienes la muerte es un presagio para ser enfrentado, no puede resultar una ganancia. Pablo no vio la muerte como un destino incierto; como ir a algún lugar donde no se tiene un punto de llegada. Contrario a esto, él sabía que la muerte era como una “partida”. Él llegó a ver la vida y la muerte como dos asuntos extraordinarios. Si algo le motivaba quedarse era para ayudar a sus hermanos. Pero reconoció que estar con Cristo era muchísimo mejor. Así concibió Pablo la muerte. Era la partida para estar con Aquel que se le apareció en el camino de Damasco en todo su esplendor y gloria. Si alguien vive para Cristo, la muerte no es sino el puente para entrar en el gozo del Señor.

2. Hay una corona para el final de la carrera. Nadie podrá ser coronado sino llega a la meta. Muchos quieren una corona sin haber luchado legítimamente. El creyente será premiado de acuerdo a como haya vivido. Las coronas son el resultado de un gran esfuerzo. Note que después que Pablo afirmó haber pelado la “buena batalla” y haber “guardado la fe”, terminó hablando de lo que le esperaba una vez que llegara a la presencia del Señor; así se expresó: “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:6-8).

CONCLUSIÓN: “Para mí el vivir es Cristo” fue dicho por un hombre que tuvo todas las credenciales y la autoridad después de su conversión. Su vida estuvo llena de Cristo, por lo tanto nadie podía recriminarle el haber dejado su fe. Nunca se avergonzó de él, y hasta tuvo el coraje de pedir que nadie le molestara por cuanto él traía consigo las “marcas de Cristo” sobre su cuerpo. Feliz el creyente que pueda decir que en todo lo que hace, piensa, ve, oye, escribe, trabaja… su vivir es Cristo. ¿Podemos decir sin reservas “para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia?”. 

martes, 11 de septiembre de 2012

VIVIENDO SOLO PARA CRISTO (2da PARTRE)


POR: Pastor, Julio Ruiz

II. SI PARA MÍ EL VIVIR ES CRISTO ÉL DEBE SER MI TEMA

1. Hablar bien de Cristo desde el primer momento. En el testimonio de Pablo se nos dice que cuando se convirtió, “en seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios” (Hch. 9:20).La gente no pudo quedar más perpleja con este cambio de parecer. El hombre que hasta hacía algunos días lo único que quería era ver exterminado todo ese movimiento que se originó con el “tal Jesús”, ahora lo está declarando, no sólo como el Mesías prometido, sino como el Hijo de Dios. Desde el momento de su rendición a Cristo se convirtió en uno de los más grandes paladines del evangelio. Su pasión por este mensaje lo llevó a decir: “Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para salvación…” (Ro. 1:16). En el contexto del pasaje donde dice “porque para mí el vivir es Cristo”, ha dicho: “¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún” (Fil. 1:18). Para este hombre lo importante era que Jesucristo fuera anunciado. ¿Cuál es el tema de mi conversación? ¿Cuál es mi verdadera pasión?

2. Hablar bien de Cristo hasta el final. Cuando Pablo estaba ya para morir, sabiendo que en cualquier momento aparecería el verdugo con la espada para cortar su cabeza, escribió a su discípulo Timoteo lo que se conoce como un verdadero epílogo, al decirnos: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe…” (2 Tim. 4:6, 7). Pablo no se descarrió desde que conoció a Cristo. No se tomó algunas “vacaciones espirituales”. No dejó de hablar de Cristo aun hasta la muerte. ¿Sabe usted a quién fue la última persona al que Pablo le testificó? Al soldado que cumplió la orden del César. Así como exclamó aquel soldado que crucificó a Cristo: “¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!”, el que iba a matarle tuvo que ver una cara llena de gozo, y por ende también decir: “¡Verdaderamente este era un hombre de Dios!”. Hermanos, si Cristo vive en mí, él debe ser el tema de mi conversación hasta el final. Que hablamos de él hasta el final.

III. SI PARA MÍ EL VIVIR ES CRISTO ÉL DEBE SER EL MODELO A SEGUIR

1. Siendo imitadores de Dios como hijos amados. Esta exigencia la escribió Pablo a los Efesios (Ef. 5:1). Pablo, con el olfato propio de alguien que sabe la tendencia humana, exhorta a sus hermanos a ser imitadores de Dios para formar un auténtico carácter cristiano. El mundo con su afán de seguir sus modas y modelos nos llama continuamente a conformarnos a sus propios caprichos. La seducción del pecado con sus múltiples tentaciones nos llama a imitar sus gustos y placeres. Satanás, vistiéndose como “ángel de luz”, nos invita a seguir sus irreverentes palabras para no escuchar lo que Dios ha dicho por lo que él desea que hagamos. Y es aquí donde libramos nuestra batalla por querer agradar a Dios y poner a un lado todas las ofertas que presentan un mundo de satisfacción temporal, por la satisfacción eterna. Si Cristo vive en mí, él debe ser mi modelo a seguir. No tenemos que imitar al artista de la ocasión. Los modelos que nuestra juventud ha seguido se están desmoronando. Pero nuestro amado Cristo sigue siendo el modelo del hombre nuevo. Todos los modelos se caen, pero Jesucristo es el mismo de siempre.


2. Hasta que Cristo sea formado en nosotros. Para la formación de los hermanos de Gálatas, Pablo sintió una especie de “dolores de parto” (Gá. 4:19). El trabajo con ellos fue arduo, sin descanso. Pero al final tuvo la satisfacción de saber que Cristo pudo ser formado en sus vidas. La meta del discipulado es llevar al creyente hasta la condición que Cristo sea formado en su vida. Estamos hablando de tener un auténtico carácter cristiano. En este sentido, el reto que nos está planteado es que podamos decir como también dijo Pablo: “Sed imitadores de mí, como yo lo soy de Cristo”.La palabra “formado” también pudiera traducirse como “revelado”. La idea es que Cristo se forme en nosotros hasta ir sustituyendo todo ese hombre viejo, que según el mismo apóstol, “está viciado conforme a los deseos engañosos”. Si Cristo no se forma en nosotros, nuestro carácter no será Cristo céntrico sino egocéntrico. Dejemos que el fruto del Espíritu sea un fiel reflejo de su presencia. No importa que vida puedas tener, si Cristo se forma en ti, tendrás un nuevo carácter. ¿Cuál es tu modelo? ¿Vive Cristo en ti? 

viernes, 7 de septiembre de 2012

GENTES SENCILLAS HECHOS EXTRAORDINARIOS




POR: MISAEL REYES
Conozco tus obras. Mira que delante de ti he dejado abierta una puerta que nadie puede cerrar. Ya sé que tus fuerzas son pocas, pero has obedecido mi palabra y no has renegado de mi nombre.
(Apocalipsis 3: 8)

La fuerza espiritual de una iglesia no se mide por la cantidad de su membrecía, ni por la estructura física que posee, ni por la generosidad de sus ofrendas; sino por la obediencia a la palabra de Dios y al compromiso con que asume la tarea de la gran comisión.

¿Cuántos no añoran esas megas congregaciones donde uno se siente como rey, en la comodidad de butacas acolchadas y donde el calor no apresura nuestra salida a medio culto? (Y que conste que no tengo nada en contra del crecimiento de las iglesias, eso no tiene nada de malo).

De verdad que es confortable y acogedor un ambiente así, donde el salón este abarrotado del gentío y donde se realizan varios cultos para que los miembros que no puedan ir al primero, puedan ir al segundo y así sucesivamente.

Últimamente se ha puesto de moda una especie de competencia para medir las fuerzas de las congregaciones, y se toma como patrón tal vez,  el nombre de la iglesia, la cantidad de su membrecía, las ofrendas, la preparación del pastor, entre otras.
Se cree que por el hecho de pertenecer a cierta congregación, le da prestigio y lo eleva a niveles espirituales y menosprecian a quien como ellos no pertenecen a ese tipo de congregación.

A la iglesia de Filadelfia se le elogia no porque era la mayor de todas las demás iglesias del Asia Menor, sino porque a pesar de tener poca fuerza; había sido obediente a la palabra y por su testimonio.

Estos son los dos grandes secretos de una iglesia triunfante y victoriosa: la obediencia a la palabra y el testificar el nombre de Jesús.

No hay credo, ni estatuto, ni norma que pueda suplantar la palabra y generar el crecimiento de una congragación; sino el obedecer la palabra de Dios. Fue un principio en el antiguo testamento se repitió en el nuevo testamento y seguirá siendo el principio insustituible si en verdad queremos alcanzar la victoria sobre el mundo.
 De igual manera, no hay nombres que pueda sustituir el nombre de Jesús. Hablar en el nombre de Jesús, puede remover las más grandes calamidades y hace huir a las legiones de demonios que operan en el mundo.

Hoy se cree que es necesario disfrazar el evangelio con trucos y con otras atracciones tomadas del mundo del espectáculo o de los circos para atraer a las gentes. Se piensa que con tan solo promocionar la figura de un predicador x, las cosas van a ser mejores. Qué lejos se está de la realidad bíblica cuando pensamos que creer en el nombre de hombres lograremos alcanzar el más alto nivel de santidad como está ocurriendo hoy con muchos predicadores modernos.

lunes, 3 de septiembre de 2012

VIVIENDO SOLO PARA CRISTO


Por: Rev. Julio Ruiz, pastor

VIVIENDO SOLO PARA CRISTO
(Filipenses 1:21)
PRIMERA PARTE

INTRODUCCIÓN: Este conocidísimo texto nos emplaza con una obligada pregunta: ¿Cuál es la razón por la que vivimos? Lo que Pablo dijo parece simple, pero tiene un mundo de reflexión. Porque es obvio que si Cristo no es mi “vivir”, otras cosas tienen que serlo. La vida de Pablo antes de encontrarse con Cristo estaba llena del más alto fariseísmo que se haya conocido. Estaba llena del más estricto apego a la ley. Era, en efecto, irreprensible en guardarla. Si la salvación hubiese sido por la ley, Pablo sería el primer salvado. Pero además, en cuanto a celo, era un acérrimo perseguidor de la iglesia. Nadie lo igualaba en la defensa de sus creencias. Por lo tanto, antes de conocer a Cristo, Pablo podía decir: “Para mí el vivir es la ley”. Sin embargo, a los filipenses, dijo lo siguiente: “Pero cuantas cosas eran para mi ganancias, las he estimado como pérdidas por amor de Cristo” (3:7). Es interesante que después que Pablo se convirtió a Cristo toda su vida se llenó de él, hasta el extremo de decir: “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, ya sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos” (Ro. 14:7, 8). El hombre y la mujer que afirma la declaración de Pablo, debe estar consciente de lo que está diciendo. Bien pudiera haber otras cosas, aun siendo creyentes, por las que vivimos. Es cierto que para muchos el vivir es otra cosa Pero si somos cristianos nuestra conclusión debiera ser la misma de Pablo: “Para mí el vivir es Cristo”. Veamos las implicaciones de esta declaración para nuestra vida.

I. SI PARA MÍ EL VIVIR ES CRISTO TIENE QUE HABER UNA MUERTE

1. Morir en el camino de Damasco. Mientras Pablo venía respirando amenazas de muerte contra todo lo que se llamara cristiano, tuvo su propia muerte. Si algún camino tendría que recordar por el resto de su vida, era el “camino de Damasco”. En ese lugar, en un medio día con un sol radiante, Saulo de Tarso murió. Duró tres días ciego para que se viera así mismo. No comió ni bebió para que su encuentro con el Señor fuera más real. Allí pasó de ser el que ordenaba a ser conducido. Allí fue derribado el hombre a caballo para caminar, a partir de entonces, sólo para el Señor. Así, pues, para que el creyente diga que para él el “vivir es Cristo”, tiene que haberse operado una muerte en su propio “camino de Damasco”. Cristo no puede ser mi vida si primero no muero. Si el grano de trigo no muere no puede dar fruto. Hay que morir para que Cristo viva.

2. Estar crucificado con Cristo. Del camino a Damasco Pablo pasó a la crucifixión. En otro de los muy conocidos textos, él dijo lo siguiente: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí…” (Gál 2:20). Su célebre frase “ya no vivo yo” pone de manifiesto la forma cómo él concibió su nueva vida en Cristo. La crucifixión era la muerta más temida. No era cualquier tipo de muerte. Era espantosa y dolorosa. Así tenemos que la profundidad en su comunión con Cristo llevó a Pablo a crucificar todo lo que era, incluyendo su pasado farisaico y su carne con sus pasiones. Esta misma verdad la declaró a los corintios al hablar de golpear su propio cuerpo; así dijo: “Cada día muero”. Para Pablo estar crucificado con Cristo implicaba traer consigo esas marcas; así lo expresó a los Gálatas: “De aquí en adelante nadie me cause molestias, pues yo traigo en mi cuerpo las marcas de Cristo” (Gá. 6:17) La experiencia de Pablo sirve de directriz para nuestra vida espiritual. Vivir en Cristo es crucificar al viejo hombre con sus deseos y pasiones. Para esto debemos recordar que toda crucifixión es dolorosa.

jueves, 30 de agosto de 2012

EL PODER SANADOR DE LA IGLESIA


IGLESIA BAUTISTA
HISPANA COLUMBIA
Falls Church, 01/07/2012
Rev. Julio Ruiz, pastor
Mensajes basados en
La Carta de Santiago

EL PODER SANADOR DE LA IGLESIA
(Santiago 5:12-20)

INTRODUCCIÓN: 

¿Había pensado en la iglesia como un hospital? Sí, la iglesia desde que fue fundada  ha sido un lugar para sanar a todos los que a ella se allegan. En consecuencia,  algunos ya están  sanos, otros en el proceso de sanarse y algunos todavía tienen “quebrantos”.  Esto nos lleva a la pregunta,  ¿cuántas clases de enfermedades hay en la iglesia? ¿Cual piensa usted que son las   más visibles y las  más comunes? Algunas de esas enfermedades  se ven, mientras que otras permanecen ocultas. En el pasaje de hoy  Santiago nos presenta a la iglesia como un lugar donde todos debieran ser sanados. Para ello habla de la oración del justo, de la confesión  de  las faltas y de la restauración del extraviado.  En sus consejos finales abunda en exhortaciones que tienen la misión de sanar al enfermo físico, pero también de  sanar las relaciones quebrantadas por el pecado. Semejante cuadro nos  muestra a la iglesia como un hospital y con un poder sanador. En una visión de la iglesia del primer siglo encontramos  que la mayoría de sus integrantes fueron personas que estuvieron  enfermos y luego fueron liberados. Algunas enfermedades la producía Satanás, siendo la posesión demoniaca con todas sus manifestaciones,  la más visible. Se nos habla de muchos  ciegos, cojos y paralíticos sanados y liberados. Abundaban, como el día de hoy, enfermos de arrogancia, orgullo y adicciones a muchos vicios. Pero la iglesia ejercía su poder sanador por medio del Espíritu Santo. Esta es la bendición más  grande de la iglesia del Señor. ¿Quién no necesita de ella para ser sanado? A la luz de lo que Santiago nos ha dicho, veamos en qué consiste el poder sanador de la iglesia  a través de  cuatro énfasis particulares de este pasaje. Acompañemos a Santiago en esta invitación final.

 I.                   EL PODER SANADOR DE LAS PALABRAS v. 12

1. Palabras comprometedoras v.12. 

Cada palabra que sale de nuestra boca tiene un poder sanador o destructor. Esto plantea que hay un gran compromiso en lo que decimos o prometemos,  por lo tanto debemos tener cuidado cuando encendemos el “motor de la lengua”. El presente texto tiene relación con el 5:9.  Santiago, quien pareciera tener un doctorado en el tema de la lengua, nos ha hablado de un ambiente de “queja hacia los demás”, siendo los que están  más cerca los más afectados por ellas. ¿Quién es el que se queja más en su casa? ¿Qué tanto se queja de la iglesia? En esta ocasión, Santiago regresa al tema del habla que tiene que ver con las promesas, muchas de las cuales no cumplimos. En el texto él dice que de nada nos sirven los juramentos. Hay ocasiones cuando las dificultades nos apremian que solemos hacer promesas, muchas de las cuales se convierten en  falsos juramentos. Santiago nos dice que eso no debiera hacerse, “ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento”. ¿Sabía que al que más ofendemos con nuestras promesas es a Dios? Tome en cuenta lo siguiente. Cuando algo nos pasa, hacemos promesas de una mejor conducta, pero una vez superado el problema, pronto las abandonamos. Debiéramos con frecuencia ir a Eclesiastés 5:4-5, de modo de no hacer promesas y después no cumplirlas. Vea las promesas incumplidas que les hacemos a las personas, incluyendo las que le hacemos a nuestros hijos, a los padres  y entre los esposos y esposas.


2. Palabras afirmativas v. 12 b. 

Por todos es sabido que el valor de las palabras se ha devaluado de una manera rápida. Y si bien es cierto que eso sería normal entre aquellos que no tienen temor a Dios, lo lamentable es que entre muchos cristianos las palabras quedan entredicho. Santiago nos dice “… que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación”. El sentido de estas palabras es que debemos ser honestos en todo lo que decimos o prometemos. En relación con nuestros hermanos, estas palabras deben tener un sentido de afirmación. En nuestro trato con nuestros hermanos, las palabras deben estar saturadas gentileza, bondad, amabilidad y sobre todo, deben estar llenas de profundo amor cristiano. Una de las cosas que esperaba Pablo de la iglesia a los filipenses era que su “gentileza fuera conocida de todos los hombres”. En una iglesia donde los hermanos se aman entrañablemente, de corazón puro, no habrá  lugar para las palabras ásperas u ofensivas. Ningún hermano ofenderá a otro en aras de defender alguna posición, sino que dirá la verdad en amor, lo cual es muy distinto a decirla ofendiendo. La iglesia debiera ser  el lugar donde las palabras traigan sanidad. Que nadie se enferme por mis palabras.  

II.                EL PODER SANADOR DE LA ORACIÓN v.13-15

1. La oración sana al afligido v. 13. La iglesia a la que se dirige Santiago era una comunidad llena de  pruebas y tribulaciones. La carta comienza y termina con este reconocimiento. Frente a esta verdad, Santiago recomienda  desatar el poder sanador que hay en la oración. Santiago reconoce que hay enfermos de gran aflicción porque no ejercen este poder. Al igual que muchos hermanos de ese tiempo que eran sometidos a persecuciones, trayendo como resultado el desaliento, hoy ésta es una  enfermedad que invade el espíritu y deja fuera de combate hasta los cristianos más fuertes. Santiago pregunta: “¿Está alguno entre vosotros afligido?”. Su remedio es: “Haga oración”. ¿Por qué esta recomendación? Porque cuando oramos estamos desatando el poder del cielo a favor de esa situación particular. Cuando oramos, invitamos al mismo Padre celestial a tocar nuestro sensible corazón y a levantar nuestro ánimo acongojado. Invitamos al Espíritu Santo a que nos traduzca lo que queremos decirle a Dios mientras oramos. Es en ese momento cuando la oración se constituye en nuestro bálsamo sanador. Ningún refugio será más poderoso que el que nos produce la oración. Haga uso de ese poder para sanar su espíritu.

2. La oración sana al pecador v. 14, 15. 

Santiago sigue exponiendo las bondades de la oración. Ahora pasa de la oración del afligido a la oración por el enfermo.  Todos hemos sido testigos del poder de la oración sobre el cuerpo enfermo. Al final es la oración y no otra cosa la que sana. Esto lo decimos porque el presente texto se ha mal interpretado, haciéndose más uso de los medios (aceite y ancianos), que la oración en sí. No siempre será necesario el aceite para orar por algún enfermo. El poder está en Dios, no en el rito. El principio de Santiago es que la oración tiene el poder para sanar el cuerpo, pero sobre todo el alma y el espíritu. Note el extraordinario efecto que produce el orar por quien está enfermo: Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonado”. Considere los tres efectos poderosos de esta oración. Sanar, levantar y perdonar. La auténtica sanidad tiene que ir más allá del cuerpo. Jesús sanó a diez leprosos, y solo uno regresó para dar las gracias.  El propósito de este texto es mostrarnos que cuando la oración se hace en comunidad, trae salud. Y aquí salud también equivale a salvación. Por cierto que hay enfermedades que son peores que las físicas, pues enferman el alma y el espíritu y solo la oración podrá sanarlas. Haga uso de ella.

III.             EL PODER SANADOR DE LA CONFESIÓN V. 16

1.”Confesaos vuestras ofensas unos a otros”. 

Desconocemos cuáles eran los  problemas que enfrentaban los hermanos, pero en el seno de aquella iglesia habían muchos ofendidos. ¿Tendrá que ver esto con la pregunta que hace Santiago cuando dice “está alguno entre vosotros afligido”?  Las ofensas generan  resultados como la aflicción del espíritu y enojo en el carácter.  Es extraño que en una comunidad cristiana se den las ofensas. Bien pudiera el mundo calificar a la iglesia como el lugar donde todos los hermanos se aman; donde el amor fraternal y la armonía son su sello distintivo, y aun cuando ese es el ideal, la verdad es otra. Hay algunas excepciones de hermanos que, dominados por una actitud carnal, ofenden a otros en palabras o con hechos. Santiago ya había detectado a un grupo de hermanos “peleadores” en la iglesia cuando preguntó: ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” (4:1). Por tales razones,  él recomienda que se confiesen las ofensas unos a otros. Que no dejen que el sol se ponga sobre su enojo, sino que sean prontos para perdonarse y reconciliarse en el amor del Señor. Cuando se demora la confesión de la falta, persiste la enfermedad.  Cuando se confiesa, habrá sanidad en el cuerpo.

2. “Orad unos por otros”. 

Santiago aborda acá tres tipos de oración. Una es la oración que hacemos por nosotros mismos, cuando pregunta: “¿Está alguno entre vosotros afligidos? Haga oración”. La otra es cuando alguno está enfermo que llame a los ancianos para que oren por él con el fin de ser sanado. Y la otra es la que debemos hacer los unos por los otros. Tome en cuenta que este imperativo está en la misma línea del “confesaos vuestras ofensas unos a otros”. Por cuanto Santiago ha sido muy reiterativo en el término “unos a otros” en su carta, nos pone de manifiesto que la iglesia debería funcionar como una comunidad terapéutica. Es decir, aquí todos deberían ser sanados. Es por esta razón que recomienda  a “orad unos por otros”. Observe cuál es el resultado de esta acción: “… para ser sanados”. Mis amados hermanos, tendríamos menos enfermos en nuestra iglesia si practicáramos más este imperativo bíblico. Cuando oramos “unos por otros”, evitamos la tentación de “criticarnos  unos a otros”. Cuando me pongo de acuerdo de orar con mi hermano, comienzo a cerrar todas las puertas que conducen al chisme, la difamación y algún excesivo enojo contra ellos. Cuando oramos “unos por otros” desatamos un poder transformador y una lluvia de bendición sobre otro. ¿Cuándo fue la última vez que hizo esto?

IV.             EL PODER SANADOR DE LA RESTAURACION v. 19, 20

La pregunta: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”, que una vez hizo Caín cuando Dios le preguntó por su hermano Abel, no puede aplicarse en la comunidad de la iglesia. Esa actitud de menosprecio y de apatía por saber de la condición del hermano no es compatible con la iglesia del Señor. Todos nosotros sí tenemos  una  responsabilidad por el resto de nuestros  hermanos. Observe la manera tan magistral como la carta termina v. 19, 20. Santiago da por sentado que hay hermanos extraviamos, siendo este el más grande llamado de atención a la iglesia. Hay hermanos que se retiran de las iglesias por múltiples razones, siendo esto la tarea de hacerles regresar la más importante de ella. Mire de lo que libra al que hace este importantísimo trabajo: “… salvará de muerte a un alma, y cubrirá multitudes de pecado”. ¿Puede pensar en un trabajo más  importante que este? Esta es la labor de todos nosotros. No seamos indiferentes ante aquellos que se apartan de la fe. No los ignoraremos por las consecuencias finales que le esperan al que se aparta de la “fe una vez dada a los santos”.  Debemos acercarnos a ellos y tratar de reencausarlos por la senda de la fe. Cuando esto hacemos estaremos sanando al que se ha extraviado. Esta es la enseñanza de Jesús sobre la parábola de las “cien ovejas”.

CONCLUSIÓN: 

Esta epístola no podía terminar mejor. Al final Santiago nos hace una cordial invitación a no enfrentar la adversidad desde la soledad, sino a unirnos al Cuerpo de Cristo para ayudarnos mutuamente a sobrellevar nuestras cargas. Será allí donde recibiremos  perdón de pecados y seremos restaurados al plan que Dios trazó para cada una de nuestras vidas. A la iglesia se le ha dado el poder sanador. En es un poder que se da a través de las palabras, de la oración, de la confesión y de la restauración. ¿Está usted afligido en esta hora? ¿Está usted enfermo del cuerpo o del espíritu? Deje que la iglesia ejerza el  poder sanador sobre su vida. Venga al Señor tal y cual está hoy para ser sanado.  No siga siendo uno de los enfermos de la iglesia. Es hora de pedir que el poder sanador del Señor haga su obra completa en nuestra vida.


domingo, 19 de agosto de 2012

TODO POR CRISTO




Por: Misael Reyes

Cita Bíblica:

1ª Corintios 2: 2. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.

Cuando la posición social, el interés personal y cualquier otra gloria terrena suplanta los altos ideales del evangelio de Cristo, nuestro testimonio se torna vacio e incoherente con lo que profesamos.

El apóstol Pablo es un ejemplo de lo que es vivir una vida cristiana en integridad y rectitud. El cambio que produjo la presencia misma del Señor en su vida, se evidencia en la transformación de su propia vida personal y espiritual y en la contundencia de cada una de las acciones que a partir de ese momento realizo por la defensa y confirmación del evangelio.

Por su vasto conocimiento y su celo  por ley, recibe autorización de las autoridades religiosa de su tiempo para exterminar a todos los que profesaban creer en Cristo. Pero más tarde, este hombre que se preciaba de poseer poder, conocimiento, riquezas y tantas otras prebendas más que dan los poderes terrenales, lo encontramos haciendo declaraciones tan serias y firmes e impactando con su testimonio personal a toda una nación. Era tanta la fe y la certeza que Pablo tenía en Jesús y su palabra que se atrevía a hacer declaraciones tan firmes.

Filipenses 3:7, 8  Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. 

Para Pablo, por  encima de cualquier bien material o cualquier conocimiento científico o poder terrenal, estaba  su amor y lealtad a Cristo, y continuaba diciendo,

Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, 

Que testimonio tan contundente y que convicción más  profunda de las implicaciones y las demandas de lo que significa vivir la vida cristiana plena y con propósitos tan elevados. Palabras como estas, solo pueden salir de los labios de alguien cuya fe es mas conocimiento humano,  bienes temporales y cosas efímeras.

Hoy hay muchos creyentes que quieren servir al Señor, pero no quieren asumir compromisos muy fuertes, dicen amar al Señor pero le cuesta dejar sus ataduras materiales, dicen creer en Jesús, pero les da temor testificar.

Pablo dijo a los de filipos, Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.1a. Corintios 2:2

Si tu anhelo de servir a Dios está dado en función del “¿cuánto hay pa’ eso?” lo mejor es que renuncies a esa idea mezquina porque no se corresponde con las leyes del reino de Jesús y en vez de ser de bendición pueden revertirse en consecuencias no agradables a tu vida.

La meta o propósito de todo cristiano es que el nombre de Cristo sea glorificado, que el testimonio y carácter cristianos, puedan reflejar al mundo la inmensidad y la soberanía de un Dios que ama y perdona.

Hay que tener mucho cuidado con las ofertas engañosas que el enemigo de Dios esta haciendo hoy a sus hijos. El mismo que tentó a Jesús ofreciéndole fama, poder y riquezas; es el mismo que hoy sigue atacando desde esos mismos frentes a los creyentes y muchos están siendo presas fáciles de sus astucias.

Es bueno y recomendable el consejo de Pablo. Nuestra convicción y nuestra fe en Cristo, debe llevarnos a asumir compromisos tan elevados y declaraciones tan firmes que estén por encima de cualquier postura o compromiso terrenal.



lunes, 6 de agosto de 2012

MISIÓN CUMPLIDA


Por: MISAEL REYES

Una de las megas construcciones más extraordinarias realizada por hombre alguno, la constituyo el SANTUARIO cuyo diseñador y director, fue el mismo Dios. Estas instrucciones fueron dadas a Moisés.

Ex. 35: 4. Moisés le dijo a toda la comunidad israelita: “Esto es lo que el Señor le ordena;…”

Fue un trabajo en conjunto, donde todo el pueblo organizado participo trayendo sus ofrendas voluntarias y trabajando desinteresadamente, poniendo sus talentos y  capacidades al servicio de esta majestosa obra que para el pueblo israelita más que una estructura física, representaba la presencia  gloriosa del mismo Dios.

Éxodo 35: 5 Tomen de entre sus pertenencias una ofrenda para el SEÑOR. Todo el que se sienta movido a hacerlo, presente al SEÑOR una ofrenda de
Éxodo 35: 10 »Todos los artesanos hábiles que haya entre ustedes deben venir y hacer todo lo que el SEÑOR ha ordenado que se haga:…

Todos los detalles de esta maravillosa obra fueron dictados por Dios al gran líder israelita, Moisés, quien no obvio absolutamente nada de las instrucciones dadas por el Señor.
Tal cual como el Señor se lo revelo, asi lo hizo saber a todo el pueblo. (Éxodo 35: 4.) El secreto para alcanzar todas las cosas que emprendamos es; obedecer y cumplir fielmente lo que Dios ordena, reemplazar los dictados de Dios por los nuestros, puede acarrear consecuencias terribles
Construir de acuerdo al modelo de Dios nos garantiza bases solidas que ni aun las tormentas más fuertes, podrán derribar.
Es importante destacar el fervor y la alegría del pueblo al ofrendar y trabajar por la construcción de esta majestuosa obra.

Éxodo 35: 22. Así mismo, todos los que se sintieron movidos a hacerlo, tanto hombres como mujeres, llevaron como ofrenda toda clase de joyas de oro:…

Éxodo 36: 6, 7 Entonces Moisés ordenó que corriera la voz por todo el campamento: «¡Que nadie, ni hombre ni mujer, haga más labores ni traiga más ofrendas para el santuario!» De ese modo los israelitas dejaron de llevar más ofrendas, 7 pues lo que ya habían hecho era más que suficiente para llevar a cabo toda la obra.

Cada uno estaba ocupado en su tarea, desarrollando sus capacidades de la mejor manera. No había lugar para el ocio, había una orden y un trabajo que cumplir y debía ser terminado tal cual fue ordenado.
Éxodo 35: 30 – 34. Moisés les dijo a los israelitas: «Tomen en cuenta que el SEÑOR ha escogido expresamente a Bezalel, hijo de Uri y nieto de Jur, de la tribu de Judá,  y lo ha llenado del Espíritu de Dios, de sabiduría, inteligencia y capacidad creativa  para hacer trabajos artísticos en oro, plata y bronce, para cortar y engastar piedras preciosas, para hacer tallados en madera y realizar toda clase de diseños artísticos y artesanías.  Dios les ha dado a él y a Aholiab hijo de Ajisamac, de la tribu de Dan, la habilidad de enseñar a otros.

Sin obviar detalles, los obreros, los artesanos, artífices y todo el pueblo culminaron en el tiempo previsto el santuario. Para la inauguración de esta extraordinaria construcción, Moisés inspecciono todo el trabajo realizado.

Éxodo 39: 42, 43. Los israelitas hicieron toda la obra tal y como el SEÑOR se lo había ordenado a Moisés. Moisés, por su parte, inspeccionó la obra y, al ver quela habían hecho tal y como el SEÑOR se lo había ordenado, los bendijo.

Una misión encomendada, una misión cumplida tal como Dios lo ordeno. En el día de hoy Dios sigue utilizando a sus hijos para realizar trabajos relacionados con su Reino.
Dios demanda al igual que ayer, mucha fidelidad en el cumplimiento de cualquier tarea que él nos asigne.
De igual manera nos exige que nos ajustemos a sus directrices  si es que queremos tener victoria sobre lo nos propongamos hacer.
Nuestra tarea hoy exige mucha dedicación y esfuerzo. Dios también nos ordena hoy no a construir un santuario físico, sino santuarios de gentes que sean templos santos donde el habite y sea magnificado su nombre entre los pueblos y naciones.
No es fácil la tarea, pero si seguimos la dirección de Dios y somos obedientes a su palabra; el permitirá que sean levantados muchos santuarios espirituales que sirvan a Dios en Espíritu y en Verdad y proclamen su gloria al mundo.